septiembre 2019

Cuando Ana María Muñoz fue mordida por el escualo, pensó en Dios. Le pidió ayuda. Y Él la salvó.

En medio del peligro que atravesaba, Ana María Muñoz solo pudo hacer una cosa: pensar en Dios. Él fue su ayudador.


Ana María Muñoz es una mujer joven cuya inclinación deportiva era el buceo. Lo practicó por años. Y dada su afición, creyó que, en Providencia, una isla del norte de Colombia, podría tener una buena experiencia apreciando a hermosura del fondo coralino.
El día de su práctica, descendió acompañada por un instructor. Todo marchó bien hasta que fue atacada por un tiburón. El escualo la mordió. Produjo fracturas y desgarre en una de sus manos. Por instante, pensó que moriría. El dolor era muy intenso.
Relata que en lo único en que pudo pensar, fue en Dios. Y aun cuando las circunstancias parecían adversas, Él salvó su vida. Y su mano, también.   
Nuestra actitud frente a las crisis es determinante. Nos lleva a caer en una espiral sin fondo plagada de desesperanza, viendo como el panorama pasa de sombrío a gris y luego a oscuro total o, por el contrario, afianzarnos en la fe y encontrar la salida al laberinto.
El rey David, inmerso en una situación complicada, escribió:
“Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, y se traspasen los montes al corazón del mar; aunque bramen y se turben sus aguas, y tiemblen los montes a causa de su braveza.” (Salmo 46:1-3 | RV 60)
Observe que en el pasaje hay una línea que prevalece: No temer. La razón es sencilla, el temor levanta una enorme barrera para encontrar el camino apropiado, con ayuda de Dios.
En esa dirección, la Palabra también nos alienta cuando el autor sagrado escribe:
“He aquí, Dios es el que me ayuda; el Señor está con los que sostienen mi vida. Porque él me ha librado de toda angustia…” (Salmo 54: 4, 7 a; Cf. Salmo 118: 5, 6 | RV 60)
No podemos cegarnos por las condiciones que estemos atravesando. Jamás olvidemos que nuestra actitud debe ser de fe.
Tampoco podemos olvidar que esa fe se transfiere. Si nos desesperamos, las personas alrededor caerán sumidas en el mismo sentimiento; si, por el contrario, la fe gobierna nuestro ser, la fe traerá paz también a los corazones de quienes se encuentran cerca.
Nuestra confianza en Dios debe ser la que impacte a quienes nos rodean.  

La joven deportista, Ana María Muñoz, entendió que solamente en Dios encontraría la salida a su crisis.
La joven deportista, Ana María Muñoz, entendió que solamente en Dios encontraría la salida a su crisis. (Foto tomada del diario El País, de Cali)

CONFIAR ES MÁS QUE DECIRLO CON PALABRAS
La confianza se expresa con actitud más que con palabras. Decir que confiamos, pero mantenernos bajo el asedio de la desesperación, es lo más común que podemos apreciar entre quienes se enfrentan a períodos de dificultad.
Cuando confiamos, esperamos que el Señor nos guíe sobre lo que debemos hacer. Sobre este asunto, el salmista escribe:
“Guárdame, oh Dios, porque en ti he confiado. Oh alma mía, dijiste a Jehová: Tú eres mi Señor; no hay para mí bien fuera de ti. Para los santos que están en la tierra, y para los íntegros, es toda mi complacencia. Bendeciré a Jehová que me aconseja; aun en las noches me enseña mi conciencia.  A Jehová he puesto siempre delante de mí; porque está a mi diestra, no seré conmovido.” (Salmo 16:1-3, 7, 8)
Bien enseñan las Escrituras que mejor es confiar en Dios que en el hombre (Salmo 118:8)
¿QUÉ ESPERAR DE DIOS?
Si en medio de las crisis depositamos toda nuestra fe y confianza en Dios, podemos esperar al menos cuatro cosas:
1.- No nos dejará ni desamparará.
“Esforzaos y cobrad ánimo; no temáis, ni tengáis miedo de ellos, porque Jehová tu Dios es el que va contigo; no te dejará, ni te desamparará.” (Deuteronomio 31:6 | RV 60)
2.- Ninguna circunstancia nos derrotará.
“Ninguna arma forjada contra ti prosperará, y condenarás toda lengua que se levante contra ti en juicio. Esta es la herencia de los siervos de Jehová, y su salvación de mí vendrá, dijo Jehová.”(Isaías 54:17| RV 60)
3.- Encontraremos fortaleza en Dios.
“Me diste asimismo el escudo de tu salvación; tu diestra me sustentó, y tu benignidad me ha engrandecido. Ensanchaste mis pasos debajo de mí, y mis pies no han resbalado.”(Salmo 18: 35, 36 | RV 60)
4.- Dios escuchará nuestras oraciones.
“Mas tú, Jehová, eres escudo alrededor de mí; mi gloria, y el que levanta mi cabeza. Con mi voz clamé a Jehová, y él me respondió desde su monte santo. Yo me acosté y dormí, y desperté, porque Jehová me sustentaba.”(Salmo 3:1-3| RV 60)
La oración es fundamental cuando atravesamos crisis. No podemos dejar de hacerlo. Es necesario persistir en el clamor. Dios responderá con poder en respuesta a nuestras peticiones. Cambiará el curso de la historia. Transformará las condiciones que enfrentemos, por difíciles que parezcan.
© Fernando Alexis Jiménez – Libro “Una salida del laberinto”

Sólo con ayuda de Dios podemos encontrar la salida del laberinto.

“Alzaré mis ojos a los montes; ¿De dónde vendrá mi socorro?” (Salmo 121:1 | RV 60)


¿Quién no ha enfrentado una situación difícil? Todos, en mayor o menor grado. Puede ser en la vida personal, en el hogar, en el trabajo o donde quiera que nos desenvolvemos. Aun cuando no los buscamos, los problemas salen al paso. Emergen en donde menos esperamos. Como si estuvieran expectantes ante el menor descuido.
Dependiendo de la dificultad que tengamos, perdemos la paz y, en la mayoría de los casos, no podemos pensar con facilidad. Es como si, de pronto, nos encontráramos en un laberinto sin salida.
LA ENCRUCIJADA DEL DIVORCIO
Nadia vivía feliz con su esposo. Llevaban quince años de casados. Fruto de su relación, tenían dos hijos.
Por mucho tiempo sentí que mi matrimonio era perfecto. Cuando alguien refería los conflictos de su hogar, sentía que era algo muy distante de mi realidad. Al fin y al cabo, me llevaba bien con mi esposo. Era amoroso, comprensivo, y un excelente padre.”, relató.
Sin embargo, el curso de su vida dio un giro inesperado y dramático el día que descubrió varias de conversaciones de su esposo en un chat, con otra mujer.
Los términos en los que se refería a ella, eran los de un hombre enamorado. Le hacía una y mil promesas; lo que faltó fue decirle que podría bajarle la luna y las estrellas.
Nadia sintió que el mundo se hundía bajo sus pies. Su mundo se derrumbó. No sabía qué camino tomar. Contó su experiencia a dos o tres amigas e, invariablemente, sus consejos daban vueltas sobre un denominador común: la separación definitiva.
No queda otro camino–, le dijo la que consideraba más cercana–. Ya no tienes ninguna oportunidad, así es que, lo mejor, es que te vayas, rehagas la vida con tus hijos y olvides a ese hombre.
Decirlo era muy fácil, lo difícil era hacerlo y, por supuesto, sobreponerse a la realidad de que en adelante debería emprender la vida sola.
Por supuesto, era algo para lo que no estaba preparada. Cada vez que intentaba pensar en algo, volvía al mismo punto: estaba muy dolida por lo que había hecho su esposo, pero no estaba preparada para el divorcio.
EL DOLOR DE UN HIJO EN LAS DROGAS
A Lucía su hijo le pareció siempre un muchacho estudioso, comprometido con el hogar y entregado a su novia. Juicioso, como solía llamarlo. Ejemplar, como les relataba a sus amigas.
Cuando lo veía tan entregado a sus estudios, no podía menos que admirarlo. Mientras que sus amigos se mantenían bebiendo y entregados a una vida sin control, él solo tenía tiempo para hacer sus tareas, sacar buenas notas en la universidad y, los fines de semana, salir con Laura, su enamorada. Siempre decía que, al terminar la carrera, trabajaría y pensaría en casarse.”
Sin embargo, lo que pensaba que sería una actitud permanente, experimentó un viraje inesperado el día en que halló restos de marihuana y cocaína. Los dejó abandonados en un libro de química, de los grandes que parecen una enciclopedia.  
El mundo le daba vueltas. Ignoraba desde cuándo se presentaba esta situación. Probablemente desde que inició su formación profesional, tres años antes. O quizá desde la secundaria.
Sin importar el tiempo que llevara involucrado con esas sustancias, lo cierto es que el pesimismo comenzó a embargar sus pensamientos. Creía que, en adelante, el joven no tendría ninguna oportunidad. Avizoraba para él un futuro ensombrecido.
SIN EMPLEO DE LA NOCHE A LA MAÑANA
Por más de veinte años su vida transcurrió tranquila, con la sensación de placidez que produce una familia edificada bajo sólidos principios, una hija cursando la formación universitaria, y el menor, se encontraba a las puertas de concluir la secundaria.
Vivían en un barrio de clase media de la capital. Tenían casa propia y un auto, en el cual por igual se transportaban al trabajo que al lugar de estudio, y los fines de semana lo utilizaban para salir de paseo.
Mi situación cambió drásticamente el día que me notificaron sobre el despido del empleo. Pensé que el director de recursos humanos estaba equivocado. Quizá la persona a la que iban a desvincular no era a mí. Tal vez una equivocación. Cuando releí la carta, no había lugar a duda. Mil pensamientos asaltaron mi cabeza. ¿Qué sería de nosotros? ¿Cómo conseguiría empleo de nuevo, a mis casi cincuenta años de edad?
A partir de ese momento, inició la incesante búsqueda de trabajo. Por mucho tiempo, no lo obtuvo.
HAY QUE ENCONTRAR UNA SALIDA AL LABERINTO
La desesperación que nos asalta con frecuencia, en medio de la situación difícil por la que atravesamos, nos impide pensar con claridad.
La mayoría de las veces, inmersos en esta situación de desesperanza, tomamos decisiones erradas que profundizan más el valle de dolor y desolación por el que atravesamos.
En el Salmo 121 encontramos una serie de pasos que nos llevaran a encontrar una salida a la encrucijada. Ese es el propósito que nos anima con este libro de que podrá disfrutar paso a paso.
Cuando experimente una situación difícil, un primer texto que le invitamos a traer a la memoria es el siguiente:
Los que miraron a él fueron alumbrados, y sus rostros no fueron avergonzados. Este pobre clamó, y le oyó Jehová, y los libró de todas sus angustias. El ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen, y los defiende.”(Salmos 34:5-7 | RV 60) 
No permita que los problemas empañen su visión. Todavía hay esperanza. Dios está en control.
© Fernando Alexis Jiménez – Libro “Una salida del laberinto”

Una película que le llevará a reflexionar en torno a cómo anda su vida familiar. 
Por Fernando Alexis Jiménez | @Revista_mefs
Debo confesar que al comienzo me pareció una película demasiado lenta, pero el desarrollo de su argumento me apasionó. Me refiero a la película “Como flechas”. Tiene mucho que enseñar a la familia y, que los cambios a interior de la relación conyugal y con los hijos, puede darse aun cuando hayamos pasado muchos años cometiendo errores. Nunca será demasiado tarde para empezar.
¿Por qué la recomiendo? Porque me vi reflejado en cada escena. Probablemente usted también.
Por años me ocupé del ministerio pastoral en la Alianza Cristiana y Misionera, una iglesia a la que amo y por la cual guardo profundo respeto. Pero descuidé a mi esposa y mis hijos. Era pastor para muchos, pero mis calificaciones como padre y esposo eran deficientes.
Sin embargo, Dios en su infinita misericordia me permitió descubrir un día—no recuerdo cuál ni de qué mes o año—pero decidí, prendido de la mano del Señor Jesús, imprimir un cambio definitivo en las relaciones al interior del hogar. No ha sido fácil, pero estamos en la brega. Estoy avanzando en el proceso de cambio. Eso explica, por ejemplo, el por qué la denominación en la que Dios nos ha permitido ministrar, se llama “Misión Edificando Familias Sólidas”. Insisto: nunca es tarde para cambiar, y menos cuando somos guiados por Jesucristo.
“Como flechas” aborda lo que viví y que, estoy seguro, es lo mismo que están viviendo padres y madres en Latinoamérica. De hecho, con base en esa película estamos preparando un retiro familiar como los hermanos de la Iglesia Torre Fuerte, de los Hermanos Menonitas de Colombia. Sé que será una poderosa bendición para ellos, como lo ha sido para mí.
Tómese una tarde para disfrutar la película “Como flechas” con su cónyuge e hijos. Será gratificante y enriquecedor.


Bajo ninguna circunstancia podemos descuidar a nuestro cónyuge.
Si no queremos que muera el amor es fundamental revisar el trato que le damos. Expresarle rechazo y no manifestarle amor, va minando progresivamente los lazos. También lo es tener temas vedados, y no abordarlos en las conversaciones por temor a la reacción del otro.
Si bien es cierto hay tres factores que aceleran los conflictos de pareja: No tener metas comunes, el manejo del dinero y la crianza de los hijos, el desconocer y no valorar la vida emocional del cónyuge, no decirnos aquello que nos está causando molestia y evadir asuntos críticos, también contribuya a agrandar los problemas.
Buscar diálogo, comprensión y satisfacción en alguien que no es tu pareja, agrava el panorama.
Un estudio de la antropóloga Helen Fisher, autora del libro “Why We Love” (Por qué amamos), precisa que en el cuarto aniversario de bodas— 4 años— debemos prender las “señales de alarma” porque es el período en el que generalmente la relación matrimonial comienza a desdibujarse.
En criterio de la señora Fisher:
“La mayoría de parejas que se divorcian lo hacen en el cuarto año y la razón es sencilla: buena parte de las especies que se juntan para criar un retoño lo hacen por cierto tiempo hasta que la cría ya no sea vulnerable. Los seres humanos tienen rastros de ese patrón reproductivo. Además, en términos de supervivencia es mucho mejor tener hijos con más de una pareja pues una variedad genética genera mayores posibilidades de pasar sus genes a otras generaciones. Sin embargo, esto no significa que la gente esté condenada al divorcio” (Revista Semana. “Cuándo comienzan los problemas de pareja”. Edición 1708. 2012. Colombia. Pg. 53)
Usted y yo somos responsables por dejar “morir el amor”. Si en este preciso instante busca eludir el por qué, le invito a leer lo que nos enseña el apóstol Pablo:
“El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará.” (1 Corintios 13:8. RVR 1960)
El asunto es sencillo y tiene fundamento Escritural: Si nos ocupamos de alimentar la relación, crecerá y se mantendrá viva. Si la descuidamos, morirá y es importante anotar esto: Deberemos responder ante Dios si eso ocurre.
Quienes deben asumir una mayor cuota de responsabilidad son los esposos porque según los estudios, el género es la primera variable a considerar y, en ese aspecto, los hombres son más vulnerables puesto que producen altos niveles de testosterona, por lo cual tienden a ser más arriesgados y a tener más aventuras amorosas. La psicóloga clínica Susan Heitler explica:
“Mi práctica clínica sugiere que todavía hay más hombres infieles, pero la brecha de género ha disminuido con el paso de los años. Esto se debe a que la mujer ha logrado posicionarse dentro de la sociedad y ha obtenido mayores libertades que en el pasado.” (Revista Semana. “Cuál es el riesgo de ser infiel”. Edición 1709. 2012. Colombia. Pg.62)
No hay razón para descuidar la relación de pareja. Hombres y mujeres debemos mantenernos alerta. Y algo más: Pedir a Dios, quien debe ocupar el primer lugar en la relación, que nos conceda la sabiduría necesaria para alimentar el amor de manera permanente y buscar soluciones cuando consideramos que la relación está atravesando por un mal momento.
Y a propósito, ¿ya recibió a Jesús como Señor y Salvador? Hoy es el día para tomar esta decisión. ¡No se arrepentirá!
Nota tomada del Portal http://www.altar-familiar.com – Derechos Reservados.


Prepárese. Dios desea obrar milagros en su vida. Basta que tenga fe. Hoy es el día para que algo especial ocurra.

El tiempo de los milagros de Dios no ha terminado. Usted puede recibir su milagro. Basta que se disponga a creer.


Los milagros ocurren en nuestro tiempo. Aun cuando haya quienes dudan, el poder sobrenatural de Dios sigue manifestándose. De hecho, Él dijo a través del profeta Isaías: “He aquí, no se ha acortado la mano del SEÑOR para salvar; ni se ha endurecido su oído para oír.” (Isaías 59: 1 || La Biblia de Las Américas) Si no vemos más hechos portentosos, no es porque Él no quiera sino porque hemos permitido que la duda levante enormes barreras.
Probablemente usted requiera de un milagro. Se pregunta: ¿Qué debo hacer? La respuesta es sencilla: Creer. Pero si aún el interrogante sigue rondando su corazón, le proponemos una ruta sencilla que encontrará en Juan 9:27-31:
1.- PERSEVERANCIA
Generalmente pedimos y, al no ver una respuesta inmediata, nos damos por vencidos. Sin embargo, los dos invidentes que procuraban un milagro, no se dejaron intimidar por quienes querían que callaran:
“Pasando Jesús de allí, le siguieron dos ciegos, dando voces y diciendo! Ten misericordia de nosotros, Hijo de David! Y llegado a la casa, vinieron a él los ciegos” (Juan 9:27, 28 a| RV 60)
Perseverar juega un papel importante en la búsqueda de un obrar sobrenatural del Señor en nuestras vidas y en las de aquellas personas a quienes amamos.
2.- CREER POR ENCIMA DE LAS CIRCUNSTANCIAS
No podemos olvidar que las personas enfermas o, como en el caso de los invidentes tenían alguna limitación, experimentaban marginamiento por parte de la sociedad judía. Los excluían. Pese a ello, estas dos personas creyeron, aun sin ver. Las circunstancias no los doblegaron:
… y Jesús les dijo: ¿Creéis que puedo hacer esto? Ellos dijeron: Sí, Señor.”(Juan 9:28 b| RV 60)
No basta con decir: “Creo”. Es necesario que dispongamos el corazón para ver lo sobrenatural. Y lo sobrenatural se ve con ojos espirituales.

Con los labios confesamos los milagros, pero con el corazón declaramos nuestra fe.


3.- CREER EN LO IMPOSIBLE.
Aquí encontramos la clave de todo. Confesamos con los labios pero creemos con el corazón. Es tanto como si cada uno de nosotros tuviera un nivel de fe.
Observemos la continuación del pasaje Escritural:
Entonces les tocó los ojos, diciendo: Conforme a vuestra fe os sea hecho.”(Juan 9:28| RV 60)
Usted necesita un milagro. Pues bien, es hora de revisar cuál ha sido su grado de perseverancia y, aún, su nivel de fe para ver esos milagros.
Supongamos que ahora mismo el Señor Jesús hablara a su vida y le dijera: “Conforme a vuestra fe os sea hecho”. ¿Cree que su fe alcanzaría para ver ese hecho portentoso por el que ha venido clamando?
4.- PROCLAMA LOS MILAGROS DE CRISTO EN SU VIDA
No podemos olvidar jamás lo que Dios ha hecho en nuestras vidas. Debemos atesorar con gratitud ese mover sobrenatural.
Llama la atención la actitud de los dos ciegos:
Y los ojos de ellos fueron abiertos. Y Jesús les encargó rigurosamente, diciendo: Mirad que nadie lo sepa. Pero salidos ellos, divulgaron la fama de él por toda aquella tierra.”(Juan 9::30, 31 |RV 60)
Dios ama la gratitud de nuestro corazón. No podemos callar lo que hace en nuestro ser y en la vida de aquellas personas a quienes amamos. Esos testimonios pueden impactar vidas, de manera poderosa.
¡ES HORA DE SU MILAGRO!
No se desaliente. Persevere. Es hora de su milagro. Active su fe. Hechos maravillosos tendrán lugar en usted. Cruzará esa dimensión en la que quizá se ha movido hasta hoy. Comprobará que los milagros son reales. Los límites no existen para Dios.
Si aún no ha recibido a Jesús como su Señor y Salvador, es hora de que lo haga. Podemos asegurarle que su vida será transformada. Ábrale las puertas de su corazón a Jesucristo.

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