abril 2017

Gracias a la obra redentora del Señor Jesús somos libres de las maldiciones. Él nos hace libres.
Fernando Alexis Jiménez
En momentos de rabia o tal vez como consecuencia de un estado de ánimo motivado por la desilusión hacia alguien o algo en particular, es probable proferir palabras que tienen una carga de destrucción al tiempo que abre heridas en el corazón de las personas.

Por ese motivo resulta importante poner freno a cuanto decimos. A éste aspecto se refiere el autor sagrado cuando escribió: “En la lengua hay poder de vida y muerte; quienes la aman comerán de su fruto.”(Proverbios 18:21, Nueva Versión Internacional)

Ahora, ¿qué carga encierran las maldiciones? Le invito para que consideremos este concepto desde los idiomas originales de la Biblia, el hebreo y el griego:

Si buscamos una aproximación a la forma como se vierte Maldecir del hebreo al español, debemos remitirnos al verbo qalal, que es un vocablo muy amplio y literalmente se refiere a alguien o algo a lo que se considera “Insignificante, disminuido, sin valor”. Aparece en 82 ocasiones en el Antiguo Testamento. Con frecuencia se asocia el término a “tratar sin respeto”, que es el concepto que hallamos en Éxodo 21:17: Igualmente el que maldijere (trate sin respeto) a su padre o a su madre, morirá.” 

Observe que la lapidación o muerte bajo apedreamiento, era el castigo a quien profiriera palabras hirientes, desobligantes y de condenación hacia sus progenitores.

¿Por qué revestía trascendencia el maldecir? Porque generalmente era una acción de la que se valían los paganos, intentando un poder especial para deshacerse de sus enemigos, como cuando Balac procuró a Balaam (Cf. Número 22:6)

Cuando nos vamos al Nuevo Testamento, las connotaciones constituyen un abanico mucho más amplio. ¿La razón? Hay seis verbos, cuatro nombres y dos adjetivos. En cada caso hay una acepción particular respecto a lo que significa maldecir.

Por ejemplo, en el griego maldecir atanathematizok denota pronunciar mal contra alguien (Cf. Mateo 26:74) Muy cercano al significado del griego kataraomai que encierra orar en contra de alguien o algo, buscando que reciba el mal (Cf. Mateo 25:41; Marcos 11:21; Lucas 6:28; Romanos 12:14 y Santiago 3:9)

Ahora, si nos vamos a los nombres, hallamos una acepción relacionada con “Pronunciar algo con mal propósito contra alguien o algo”, en el vocablo griego katara. Y, finalmente, como adjetivo, hallamos que el más específico es el término epikataratos que se vierte específicamente al español como maldito. Un ejemplo lo hallamos en Juan 7:49 y Gálatas 3:10, 13.

Por donde quiera que se le mire, cuando maldecimos a alguien, estamos siendo ofensivos no solo contra una persona sino contra Dios mismo, al tiempo que no podemos desconocer que una palabra de maldición busca el mal contra alguien o algo. No es un asunto intrascendente, sino por el contrario, grave. Recuerde que la Biblia enseña: “Así la maldición nunca vendrá sin causa.” (Proverbios 26.2)

Cuando decimos algo, sobre el convencimiento de que nuestras palabras edifican o destruyen, es necesario tomar conciencia del mal que podemos causar.

Odio hacia los padres y maldiciones

Una noticia que sorprendió a Santiago de Cali ocurrió en el famoso Distrito de Aguablanca. Un sector de gente dinámica y trabajadora...

Embargado por la ira, un joven produjo la muerte a su padre. Un hecho doloroso. En medio de juramentos y maldiciones en contra de la víctima, el hombre fue conducido a la delegación policial. Días después confesó a las autoridades que obró motivado por el resentimiento que lo dominaba desde la infancia. “Mi padre me daba mal trato”, relató.

¿Qué dice la Biblia en cuanto a las maldiciones y más: cuando esas palabras se pronuncian contra los progenitores? El rey Salomón enseñó: “Al que maldiga a su padre y a su madre, su lámpara se le apagará en la más densa oscuridad.”(Proverbios 20:20, Nueva Versión Internacional)

Proferir maldiciones contra nuestros padres, se revierte en maldiciones para nuestra vida, como lo enseña la Palabra de Dios; pero adicionalmente, maldecir a las demás personas es un instrumento que aprovechan Satanás y sus huestes—sembrando nuestros pensamientos de maldad, si se lo permitimos—para causar daño a las personas. No podemos convertirnos en instrumentos de mal. Nuestros labios deben expresar bendición, no maldición.

Respecto a los mayores, en este caso los progenitores, las Escrituras enseñan que les debemos respeto y honra: “Ponte de pie en presencia de los mayores. Respeta a los ancianos. Teme a tu Dios. Yo soy el Señor.”(Levítico 19:32, Nueva Versión Internacional)

Es probable que recuerde haber maldecido a seres queridos, a sus padres entre ellos. Hoy es el día para arrepentirse delante de Dios y resarcir el daño que hicimos. Tenga en cuenta que no podemos proclamarnos cristianos, cuando nuestros labios dicen y desean lo malo hacia los demás.

El salmista escribió al abordar la incoherencia de adorar a Dios pero maldecir a los demás: “Solamente consultan para arrojarle de su grandeza. Aman la mentira; Con su boca bendicen, pero maldicen en su corazón.”(Salmo 62:4)

Revisemos nuestras expresiones. Tal como dice el apóstol Pablo, no podemos abrir espacio para que nuestro Adversario el diablo se aproveche: “Si se enojan, no pequen.» No dejen que el sol se ponga estando aún enojados, 27 ni den cabida al diablo.”(Efesios 4:26-28, Nueva Versión Internacional) 

Es necesario mantenernos alerta, incluso con aquello que decimos en momentos cuando estamos airados.

¿Y qué si nosotros somos el blanco de las maldiciones?

Ahora, miremos el otro lado de la moneda. Posiblemente usted no es quien profiere maldiciones sino que quizá sus padres u otras personas le han maldecido. ¿Qué hacer en tales casos?

Vamos de nuevo a las Escrituras y escuchemos, qué dice al respecto nuestro amado Salvador Jesucristo: “Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos.”(Mateo 5:43-35)

La solución, como podrá apreciar, no estriba en pagar con la misma moneda. El Señor Jesús plantea cinco aspectos que nos recomienda poner en práctica:

1. Amar a quienes nos causan daño
2. Bendecirles, si nos están maldiciendo aquellos que no nos quieren
3. Hacerles el bien, aun cuando ellos procuren nuestro mal
4. Orar por quienes utilizan la maldición como arma para causarnos daño
5. Mirarlos con la misma misericordia que los ve nuestro Dios y Padre.

El bien contrarresta la fuerza del mal. Es un principio universal en el que coinciden la mayoría de las filosofías y religiones del mundo. Los cristianos, que no militamos en una religión sino en el camino de Salvación, nos identificamos con esta enseñanza de nuestro Redentor.

Observe que en sus instrucciones aprendemos algo trascendental: el poder de las maldiciones en contra nuestra pareciera que caen a tierra cuando expresamos amor y bendición a las personas que desean nuestro mal.

¡Sorprendente! Sin embargo, Jesús vivenció lo que nos enseñó de tal manera que en la cruz pedía perdón para aquellos que estaban inflingiéndole la tortura de morir en esas condiciones.

El apóstol Pablo aplicó en su ministerio este principio de poder: “Nos fatigamos trabajando con nuestras propias manos; nos maldicen, y bendecimos; padecemos persecución, y la soportamos.”(1 Corintios 4:12)

¿Lo han tornado blanco de maldiciones? Pida por aquellas personas, antes que reaccionar airadamente o desearles algo peor. Es una enseñanza poderosa de nuestro Salvador, que pone freno al propósito de Satanás de causar daño a través de maldecir.

No permita que el enemigo siga ganando terreno. En adelante, si está bajo el influjo de la rabia, no se deje arrastrar por ese sentimiento de conflicto interno sino, permita que Dios traiga paz a su ser.

Ahora, si maldijo a sus padres o alguien más, pídale perdón a Dios y comience a declarar bendiciones sobre esas personas.

Es tiempo de cambio, y con el poder de Jesucristo vamos a lograrlo…

Quizá en algún momento abrió puertas al mundo de las tinieblas a través de las maldiciones. Rompa esa atadura. Gracias a la obra del Señor Jesucristo es posible hacerlo. Rinda hoy su vida a Jesucristo.

Le animamos a leer el Portal cristiano www.MensajerodelaPalabra.Com


Como padres, debemos ser muy cuidadosos, brindar ejemplo y evitar que la Internet termine aislando a la familia.
Por Fernando Alexis Jiménez


Si me lo pregunta, le diré que reconozco la importancia de la tecnología. Forma parte del proceso de transformación que permite Dios. Sin embargo, el problema estriba no tanto en los avances de la tecnología—por ejemplo—sino en el mal uso que hacemos de ellos. El internet es un ejemplo vivo. 

Los problemas son inevitables. Podemos vencerlos. No en nuestras fuerzas, sino en las de Dios. Es un principio de vida que debemos asumir desde hoy. 
“…porque en Dios está el poder, o para ayudar, o para derribar.”(2 Crónicas 25: 8| RV)
Por Fernando Alexis Jiménez (*)
Piense por un instante cuántas veces se encontró luchando contra dificultades que parecían gigantes. Creímos, en algunas etapas de la vida, que era imposible salvar los obstáculos para seguir adelante. Descubrimos que humanamente no podíamos hacer nada. Nos ha tocado rendirnos a la realidad.

No he podido con el temperamento de mi esposo. Es muy difícil. Hasta he pensado en separarnos”, me escribió desde Quito una mujer joven.

Pero su situación no es la única. Hay quien lucha contra la adicción al alcohol, las drogas, la pornografía o quizá una situación recurrente de inmoralidad.

Un rey joven de la antigüedad, Amasías, comprometió recursos de Israel para ir a la guerra. Quería vencer a sus enemigos. Estaba convencido que mediante la fuerza, podía ganar las guerras. Fue entonces cuando Dios le dijo a través del profeta: “…porque en Dios está el poder, o para ayudar, o para derribar.”(2 Crónicas 25: 8| RV)

Una palabra poderosa que también aplica a nosotros hoy. Nos lleva a reflexionar: No es en nuestras fuerzas sino en el poder de nuestro amado Padre como podemos sobreponernos a todas las dificultades que afrontamos diariamente. Saldremos airosos en las batallas que salgan al paso a nivel personal, espiritual y familiar.

El apóstol Pablo lo expresó en otros términos, pero el mensaje reviste la misma esencia: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.”(Filipenses 4:13| RV)

No hay tropiezos que no podamos superar si vamos tomados de la mano del Dios de poder en el que hemos creído. Él desarrolla en nosotros la capacidad de vencedores que nos dio al concedernos la vida.

Tal vez usted ha venido librando batallas en sus propias fuerzas y se siente a punto de renunciar. ¿Piensa seguir así? Por cierto que no. Le invito a cambiar el curso de la historia. A confiar en el Señor desde hoy. A no seguir luchando en sus fuerzas sino en el poder de Dios.

No podría concluir la reflexión sin antes invitarlo para que reciba a Jesucristo como su Señor y Salvador. Permítale que Él transforme su forma de pensar y de actuar. Ábrale las puertas de su corazón. Esa decisión marcará la diferencia en su existencia.

* Fernando Alexis Jiménez es Director del Portal cristiano www.MensajerodelaPalabra.Com y, junto con su esposa Lucero, son pastores de la Misión Edificando Familias Sólidas www.FamiliasSolidas.Com

Dios se mueve con poder en nuestras vidas cuando le abrimos las puertas de nuestro corazón y nos lleva a experimentar cambios profundos y duraderos.
Cambiar nuestra vida a partir de pensamientos que debemos reemplazar y actitudes que deben primar en nosotros, sí es posible con ayuda de Dios."
Fernando Alexis Jiménez (*)
Cuando se miró al espejo, Luisa María descubrió esa mañana que en verdad había experimentado cambios. Ya no era rezongona y el ceño, por años fruncido, había vuelto a su posición normal. ¡Había paz en su mundo interior!

Qué distinto, pensó, de aquellas épocas en las que despertar se convertía en un martirio, y en la que—lo primero que hacía—era discutir con quien se encontrara a su paso. Como alguna vez estaba sola en casa, discutió con el cepillo de dientes porque las cerdas estaban desgastadas. “No sé qué haces en el cuarto de baño”, le dijo.

Su vida comenzó a cambiar desde el día en que tuvo un acercamiento al libro de los triunfadores, la Biblia. “Los principios que encontré allí, eran prácticos. Y los fue interiorizando. Los cambios se produjeron poco a poco. Dios comenzó a transformar mi existencia.”, explica esta abogada de 34 años.
Recuerda –por ejemplo—que no se molestó el día que su esposo regó algo de café en la mesa mientras desayunaban, ni que la gritería de sus hijos, bulliciosos y alegres, le hacía perder los estribos. “Todo era diferente, y mi familia estaba sorprendida”.

Luisa María encarna de las tantas historias de hombres y mujeres a las que Dios transforma. Los cambios son evidentes con el paso del tiempo. Viven el proceso de transformación que experimentamos los cristianos y a los que se refirió el apóstol Pablo cuando escribió a los creyentes de la Iglesia de Filipos: “Y estoy seguro de que Dios, quien comenzó la buena obra en ustedes, la continuará hasta que quede completamente terminada el día que Cristo Jesús vuelva.”(Filipenses 1:6. NTV).

No se desanime. Ya el Señor comenzó a tratar su vida, y conforme pase el tiempo, irá perfeccionando su obra. Usted no será alguien distinto de la noche a la mañana, en un abrir y cerrar de ojos. Todo obedece a un maravilloso proceso en el que nuestro amado Padre celestial va tratando con nuestra vida.

La clave del asunto es perseverar y permitir que nuestro Supremo Hacedor trate con nuestra existencia. Un amigo pastor decía que es tanto como el joyero trabajando un diamante. “Poco a poco le va dando forma a lo que inicialmente no tenía figura alguna”, explica.

Si hay talentos, Dios los potencializará. Si hay aspectos positivos, serán mayores con ayuda de nuestro Creador porque, como lo describe el autor, Wayne E. Oates.: 
“Nuestros mayores dones pueden ser al mismo tiempo el camino para nuestra destrucción si no los ponemos bajo el control de las intenciones, el propósito y la presencia espiritual de Dios. Al estar así controlados se convierten en redentivos en vez de destructivos, en creativos en lugar de debilitantes.”(Wayne E. Oates. “Tras las máscaras – Desórdenes de la personalidad en el comportamiento religioso. CBP. EE.UU. 1989. Pg. 65)
Tenga presente que el Señor nos ve como llegaremos a ser y no como somos hoy. Eso es lo maravilloso de nuestro Dios. Confía en nosotros, sabe que podemos y desea ayudarnos en el proceso. No estamos solos. Dios está con nosotros.

No ponga barreras al proceso de cambio

Un joven adicto a las drogas me decía, hace poco, que le resultaba imposible dejar su hábito. “Las drogas, aun cuando no lo quiera, me resultan indispensables”, explicó. Con fundamento en la Biblia miramos en aquella ocasión y lo planteo hoy, que sí es posible vencer cualquier atadura, porque Dios está con nosotros.

El secreto está en renovar nuestros esquemas de pensamiento y dar lugar a los sólidos principios y fundamentos bíblicos que transforman nuestra forma de actuar.

Leonel, una persona de nuestra comunidad, es un vivo ejemplo. Antes se dejaba arrastrar por la ira. Su casa—donde escaseaban los platos de cocina—es un vivo retrato de lo energúmeno que se transformaba cuando algo le sacaba de casillas. Destruía todo a su paso, agredía a su esposa y la emprendía contra sus hijos.

Pude vencer la ira gracias a que Dios comenzó a obrar en mi vida—explicó.

Sí, es posible cambiar, incluso inclinaciones tan destructivas como la ira. Al respecto el médico especialista, Wayne E. Oates, escribe: 
“La ira… produce estragos. Se transmite dentro de la familia de una generación a otra. Una buena manera de mirarla es como la “creatividad que huye”.  Las enseñanzas del Señor Jesús y del apóstol Pablo dejan bien claro que la ira no es mala en sí misma. Sin embargo, como sucede con cualquier otro atributo de la creación humana, como por ejemplo la inteligencia, la ira puede ser un riesgo que nos lleva a juicio…” (Wayne E. Oates. “Tras las máscaras – Desórdenes de la personalidad en el comportamiento religioso. CBP. EE.UU. 1989. Pg. 65)
Quienes levantamos barreras para experimentar transformación, somos usted y yo. Ponemos talanqueras a todo cuanto el Señor quiere hacer con nosotros. Pero es tiempo de tomar una decisión, aunque nos parezca imposible.

Cambiar sí es posible

Tenga presente que es posible cambiar y reemplazar viejos esquemas de vida y de pensamiento, como enseña el rey Salomón: “El sabio con gusto recibe instrucción, pero el necio que habla hasta por los codos caerá de narices.”(Proverbios 10:8. NTV)

La decisión de emprender una maravillosa experiencia de vida, está en sus manos. Los límites humanamente los ponemos con una actitud negativa y que está rodeada de falta de persistencia. El proceso puede ser lento, pero siempre habremos dado un paso para seguir adelante.

¿Qué arriesga usted? Nada, en absoluto. Pero lo que sí es que puede ganar. ¿Qué? Transformación en su forma de pensar y actuar.

Quien nos puede ayudar en el proceso es Dios mismo. Él es nuestra fortaleza para llevarnos al cambio y crecimiento, nivel en el que dejamos de lado el orgullo, la arrogancia, la corrupción y, por supuesto, las palabras vulgares que desdicen de nuestro testimonio cristiano.

A propósito, ¿ya recibió a Jesús como el Señor de su vida? Ábrale hoy las puertas de su corazón. Le aseguro que no se arrepentirá porque Él le llevará a vivir una existencia renovada. ¡Tome hoy la decisión!

* Fernando Alexis Jiménez es Director del Portal cristiano www.MensajerodelaPalabra.Com y, junto con su esposa Lucero, son pastores en la Misión Edificando Familias Sólidas www.FamiliasSolidas.Com


¿Cuando se produce un milagro? Cuando nos atrevemos a creer que los milagros de Dios son reales también en nuestro tiempo.
Si tan solo nos atrevemos a orar, los milagros ocurrirán. El poder de Dios es ilimitado y Él tiene algo especial para su vida."
Por Fernando Alexis Jiménez (*)
Carlos desea encontrar un buen trabajo. Lucía está orando a Dios por un novio con principios y valores y no los patanes que andan por ahí y que la pretenden. Luis Ignacio está clamándole al Señor por un carro pequeño en el cual puedan distribuir sus mercaderías él y su esposa.

Los tres, en escenarios distintos, creen que hay un poder sobrenatural--el poder de Dios--que puede llevarles a colmar sus anhelos. La única diferencia es que, al menos uno de ellos, deja rápidamente de perseverar en oración...

Cuando oramos, estamos sometiéndonos a un poder sobrenatural. Nosotros no somos dueños de ese poder, sino que es Dios. Él en su poder ilimitado y sabio, es quien transforma las circunstancias y rompe todos los esquemas de la lógica para concederle cuanto le pedimos.

Sobre esa base le invito a considerar lo que nos enseña el apóstol Santiago:
“Confiésense los pecados unos a otros y oren los unos por los otros, para que sean sanados. La oración ferviente de una persona justa tiene mucho poder y da resultados maravillosos. Elías era tan humano como cualquiera de nosotros; sin embargo, cuando oró con fervor para que no cayera lluvia, ¡no llovió durante tres años y medio! Más tarde, cuando volvió a orar, el cielo envió lluvia, y la tierra comenzó a dar cosechas.”(Santiago 5:16-18. NTV)
Es un pasaje revelador en cuanto a la oración. A partir del texto vamos a aprender y aplicar en nuestra vida varios elementos:

a.- Es necesario perseverar en la oración
b.- Es necesario creer en ese poder sobrenatural que se libera: El poder de Dios
c.- Es necesario tener la certeza de que cuando oramos, Dios nos escucha
d.- Es necesario creer que Dios responde al clamor de sus hijos

Sin duda los cristianos no hemos aprovechado el poder liberador y transformador de la fe. Y ese poder es el que se desencadena, de parte de nuestro amado Padre celestial, cuando oramos en Su Presencia. ¡El responde con poder!

Si me lo permite, le diré que la clave es el sometimiento a Dios. Reconocer que Él es quien tiene el poder y que nosotros simplemente le servimos, y que nuestra condición de servidores, nos lleva a depender de Su amor y poder ilimitados.

Espere el tiempo de Dios

Conozco infinidad de personas que oran una vez y consideran que es suficiente. Y también a quienes oran por espacio de dos días o quizá de una semana, y están convencidos que Dios les volteó la espalda y no responderá.

Leí acerca de un cristiano que visitó a una paciente en coma. Él se comprometió a orar por ella. Y lo hizo durante un año. Incluso cada vez que iba a orar por la enferma, los médicos y los auxiliares lo miraban con compasión. Creían que él perdía su tiempo. Sin embargo, un año después, la joven abrió los ojos y salió del hospital… caminando y dueña de todas sus facultades.

Ese es el Dios de poder y de milagros en el que hemos creído. A continuación comparto con usted una enseñanza del Señor Jesús: 
“Luego utilizó la siguiente historia para enseñarles más acerca de la oración: «Supongan que uno de ustedes va a la casa de un amigo a medianoche para pedirle que le preste tres panes. Le dices:“Acaba de llegar de visita un amigo mío y no tengo nada para darle de comer”. Supongan que ese amigo grita desde el dormitorio: “No me molestes. La puerta ya está cerrada, y mi familia y yo estamos acostados. No puedo ayudarte”. Les digo que, aunque no lo haga por amistad, si sigues tocando a la puerta el tiempo suficiente, él se levantará y te dará lo que necesitas debido a tu audaz insistencia.”(Lucas 10:5-8. NTV)
Insistimos: La perseverancia es fundamental. Sólo perseveran quienes desean ver milagros. Los que renuncian fácilmente, es obvio que están renunciando a los milagros, y de paso, están levantando una barrera gigantesca que impide el mover sobrenatural de Dios.

Si desea dinamizar su vida de oración, debe asumir fe, compromiso, sometimiento y perseverancia, que son tres fundamentos para que los milagros ocurran en su vida y en la de las personas que ama. 

© Fernando Alexis Jiménez es Director del Portal cristiano www.MensajerodelaPalabra.Com y, junto con su esposa Lucero, son pastores de la Misión Edificando Familias Sólidas en Cali, Colombia. www.FamiliasSolidas.Com


Los milagros se producen en la vida de aquellos que cruzan la frontera y se atreven a creer en el poder ilimitado de Dios. 
Los milagros ocurren cuando nos decidimos a orar a Dios y creer que Su poder es ilimitado para obrar a favor de nosotros..."
Por Fernando Alexis Jiménez (*)
En un hospital al que fui recientemente en dos ocasiones con motivo de visitar a un paciente conocido, encontré a una madre atribulada que me miró con la misma sensación de quien emprendió una carrera y pronto se dio por vencido.

--¿Qué le ocurrió?¿Cómo sigue su hijo?--, le pregunté.

El chico llevaba casi un mes en la Unidad de Cuidados Intensivos. Se había accidentado en su camioneta y “no quería despertar”, según me explicó la primera vez que nos encontramos en el vestíbulo.

--Cada vez peor…--me respondió apesadumbrada.

--¿Y la oración?¿Dejó de orar?--le interrogué sin comprender qué ocurría si la vez que nos encontramos la vi animada cuando le hablé del poder de la oración.
--Dejé de orar porque llegué a la conclusión que Dios no me escucha… Tal vez a usted o quizá a otros cristianos, pero no a mí--.

Traté de razonar con ella al respecto, pero tras unos minutos concluir que sería inútil y la invité a que examináramos las Escrituras. Era la única forma de probable que nuestro amado Señor sí nos escucha y que, además, desea ayudarnos a tornar posible lo que para la ciencia y para la lógica humana resulta imposible.

Si algo escuchará cuando se decida a orar y perseverar en esa tarea, serán las voces de los incrédulos que quieren robar el último ápice de fe que guarda en su corazón.

--¿Para qué orar si Dios no te escucha?--, sin duda le dirán.

Pidan y recibirán
Pues bien, cuando esas frases que hieren procuren llevarle al desánimo, recuerde una enseñanza poderosa de nuestro amado Señor Jesús: “Así que les digo, sigan pidiendo y recibirán lo que piden; sigan buscando y encontrarán; sigan llamando, y la puerta se les abrirá. Pues todo el que pide, recibe; todo el que busca, encuentra; y a todo el que llama, se le abrirá la puerta.”(Lucas 11:9, 10. NTV).

Es evidente que nuestro amado Padre celestial escucha cuando clamamos. Otro asunto distinto es el tiempo que Él se toma para responder, pero no puede inferir--por lo que dicen quienes se encuentran a su alrededor--, que sus oraciones no recibirán contestación.

Hay una frase que leí y resalté en un libro y la comparto con usted: “La oración no es algo sencillo. La oración es una disciplina y toda disciplina requiere persistencia.”(Kay Arthur. “Señor, enséñame a orar”. Editorial Vida. 1995. EE.UU. Pg. 14)

Desconozco por qué está orando usted. Incluso, puede ser por la relación matrimonial o quizá por los hijos. Le animo para que no desmaye. Siga perseverando. Ese cónyuge cambiará, o tal vez esos hijos. Todo puede ser diferente cuando oramos y seguimos firmes, sin desmayar porque el Dios al que amamos, jamás se dio por vencido ni siquiera por la perseverancia que mantuvimos en el pecado.

Y si no ha recibido a Jesús como Señor y Salvador, le invito para que lo haga. Le aseguro que no se arrepentirá porque prendidos de Su mano, emprendemos el camino hacia el crecimiento personal y espiritual que tanto hemos anhelado.

© Fernando Alexis Jiménez es Director del Portal cristiano www.MensajerodelaPalabra.Com y, junto con su esposa Lucero, son pastores de la Misión Edificando Familias Sólidas en Cali, Colombia. www.FamiliasSolidas.Com


Una película cristiana que nos hace reflexionar sobre la importancia de principios, valores y algo esencial en toda persona: la fe.

Nadie creía en él. Las estadísticas estaban en contra. Los números indicaban que nadie podía “reformarse” y Brendan King—detenido nueve veces por cometer delitos—podía ser uno de esos casos irremediables. De hecho, había estado en 18 hogares sustitutos. Su historia no era nada alentadora.

Recién liberado, el chico halla refugio en una familia de afrodescendientes quienes atraviesan por un período crítico por la pérdida de un hijo.

En el transcurso de su adaptación a la nueva vida en los suburbios y su reintegración a los estudios, el chico citadino encuentra apoyo en un grupo de jóvenes. Sin embargo, los nexos con su antiguo estilo de vida —y su pandilla que reaparece demandando información sobre el lugar donde había guardado «el botín» antes de la redada— son fuertes. En su momento más oscuro, Brendan halla la fe. Aprende la importancia de orar antes de tomar cualquier decisión. Ahora debe decidir si esa fe vale el precio de aferrarse a ella.

Podemos asegurarle que esta película renovará su fe en Jesucristo y en los milagros que pueden ocurrir cuando nos atrevemos a creer.

El poder liberador de Jesucristo rompe las ataduras que estemos enfrentando. Él murió en la cruz para romper nuestras cadenas. 
No importa la situación por la que esté atravesando, ni las ataduras en las que se encuentre inmerso: en Dios encontramos libertad gracias a la obra liberadora de Jesucristo."
Fernando Alexis Jiménez (*)

El que Lucía hubiera sido abusada en su niñez, por un tío que vivía en casa, no solo la marcó para siempre sino que ahora, con veintisiete años, estaba sometida a constantes cuadros depresivos que le hacían ver el panorama ensombrecido.

No quiero vivir–, repetía una y otra vez–. La vida no tiene sentido–.

En alguna oportunidad, una tarde gris en Lima, muy cerca del malecón le asaltó la idea de suicidarse. “¡Igual, a nadie le importará!”, razonó. Afortunadamente venía una mujer que le preguntó por una dirección, y no pudo materializar su aciago plan.

Sólo cuando creyó que nada podría cambiar, se encontró con un desgastado ejemplar de la Biblia. Lo halló en medio de los libros de segunda mano que vendían en el negocio al que solía ir al mediodía, en el intermedio del horario de almuerzo en su trabajo.

Le llamó la atención porque estaba a muy buen precio. La compró, guardó en el bolso y sólo tres días después, cuando volvió a tomar el accesorio porque salía con el  vestido que tenía para esa ocasión, la sacó de la bolsa plástica y comenzó a leer un pequeño pasaje.

En la noche se vio de nuevo inmersa en la lectura bíblica y, sin más, se convirtió en el comienzo de su relación con Jesucristo. ¡Él trajo sanidad física y espiritual a su vida!

Un Dios de poder

El Dios en el que hemos creído, no es un dios cualquiera, de los que  muchos adoran en pequeños altares con velas y luces. No. Es un Dios de poder que manifestó su ilimitada capacidad de obrar, en la vida de Su Hijo Jesús.

Las Escrituras enseñan que tras cruzar el lago de Genersaret junto con sus discípulos y después de apaciguar una tormenta que amenazaba volcar la barca, llegó a la ciudad. “Después de cruzar el lago, arribaron a Genesaret. Llevaron la barca hasta la orilla y bajaron. Los habitantes reconocieron a Jesús enseguida y corrieron por toda la región llevando a los enfermos en camillas hasta donde oían que él estaba.”(Marcos 6:53-55. Nueva Traducción Viviente)

El nuestro es un Dios de poder. No hay nada imposible para Él. Justo cuando estaba escribiendo este artículo, recibí una llamada telefónica del exterior. Una atribulada mujer me pedía orientación sobre su hijo. Era atormentado por demonios. Los médicos decían que era esquizofrenia y recomendaban internarlo en un hospital mental.

Tras evaluar la situación, comprobamos que el muchacho había estado inmerso en música de rock con mensajes subliminales. Por espacio de dos años oía temas que ni siquiera entendía, pero que eran violentos. ¡Satanás estableció una fortaleza mental en el adolescente! Sin embargo, el poder liberador de Jesucristo rompió las cadenas.

No importó la distancia a la que nos encontrábamos del jovencito. Cuando oramos y creemos, no hay limitantes ni geográficos ni de tiempo. ¡El nuestro es un Dios de poder! Él sana a los enfermos del cuerpo y del alma.

Un poder transformador y sanador

Dios hace cosas tremendas en nuestras vidas, sin sencillamente nos sometemos a Él. Puede transformar todo nuestro ser, pero además, sanarnos de dolencias que la medicina considera incurables.

Si nos atrevemos a creer y rebasamos la lógica científica, los milagros ocurrirán. El evangelista Marcos relata que: “Por donde iba —fueran aldeas, ciudades o granjas— le llevaban enfermos a las plazas. Le suplicaban que permitiera a los enfermos tocar al menos el fleco de su túnica, y todos los que tocaban a Jesús eran sanados.”(Marcos 6:56. Nueva Traducción Viviente)

Muchos de los enfermos sabían que sólo tocando el manto de Jesús, serían sanos. Fe que rompe la lógica. Fe que no se deja arrastrar por el qué dirán. Fe que sólo se atreve a creer, aun cuando todo parezca adverso y contrario. Fe para los milagros.

¿Y qué decir de las heridas del alma? El Señor Jesús trae sanidad a su mundo interior. Basta que nos rindamos a Él. Se manifiesta con poder si solo nos abandonamos en sus manos, sabiendo que Él sabe obrar como lo necesitamos. Un Dios de poder, con la capacidad de transformar nuestra existencia y sanarnos.

¿Está atravesando por una situación desesperada? ¿Los médicos le desahuciaron?¿Su matrimonio va camino al abismo?¿No sabe qué hacer con sus hijos rebeldes?

Le tengo la respuesta y a la vez la solución: Permita que Jesucristo tenga el control. Ríndase a Él. No siga luchando en sus propias fuerzas. Puedo asegurarle que su vida y la de su familia, cambiará radicalmente. Esa situación que hoy le llena de angustia y que quizá le ha hecho pensar en el suicidio, será cosa del pasado.

¿Desea usted ser totalmente sano, tanto en lo físico como en lo emocional? Pues el primer paso que debe dar, porque lo necesita, es recibir a Jesucristo en su corazón como su único y suficiente Salvador. Es la mejor decisión que jamás pueda tomar una persona. Nos permite emprender el maravilloso y apasionante camino de crecimiento personal y espiritual. Reciba a Cristo Jesús en su corazón. No se arrepentirá.

* Fernando Alexis Jiménez es Director del Portal cristiano www.MensajerodelaPalabra.Com y, junto con su esposa Lucero, son pastores en la Misión Edificando Familias Sólidas www.FamiliasSolidas.Com

Todos los seres humanos enfrentamos situaciones difíciles. La desesperación pareciera ahogarnos. La única salida está en Dios. Él nos muestra el camino a seguir.
En la mayoría de los casos queremos resolver los problemas a nuestra manera. Invariablemente, caemos nuevamente en la frustración y la desesperanza. Sólo en Dios hallamos salida al laberinto."
Fernando Alexis Jiménez (*)
Las playas suelen ser atrayentes, sobre todo en las mañanas cuando el sol camina perezoso hacia la cumbre y su calor comienza a bañar el cuerpo como una sábana ligera que sólo podemos percibir cuando nos cubre totalmente.

Ryan Caskey tenía en mente disfrutar la jornada al vaivén de las olas que morían en la playa, y se dejó llevar por las ondulaciones de agua salada que poco a poco lo llevaron mar adentro. Cerró sus ojos para mecerse con desgano.

No recuerda en qué momento, pero cuando tomó conciencia del peligro, estaba a más de un kilómetro de la playa en la que las figuras de hombres y mujeres tenían la dimensión de manchas pequeñas que se confundían con la arena blanca.

Comenzó a nadar, pero pronto perdió las fuerzas. Por momentos lo intentaba, pero el agua lo volvía a arrojar mar adentro.

Dios mío, ayúdame…—musitó cuando comprendió la gravedad de su situación. Para entonces se dejaba hundir. Por momentos quiso abandonarlo todo y perderse en la profundidad. Pero temía morir. Ese miedo le llevó a intentar sobrevivir a como diera lugar sacando fuerzas de donde no las tenía.

Ryan aguantó tres horas y media. Los minutos se le hicieron eternos. Fue rescatado por una patrulla aérea que lo izó a un helicóptero y le salvó la vida. Desde las alturas pudo dimensionar la enorme distancia que lo separaba de tierra firme.

Si Dios no me hubiese ayudado, sin duda me habría dejado morir…—explicó al equipo de paramédicos que le atendió minutos después.

Sumidos en la desesperación

Hay momentos en los que, al igual que Ryan, sentimos que todo está perdido y que no vale la pena intentarlo. Quisiéramos renunciar a todo. Las cosas van mal y cada nuevo esfuerzo termina la desesperanza.

Nos quedan dos opciones: la primera, resignarnos a una situación de crisis permanente, en la que todas las corrientes están en contra de nosotros, y la segunda, depositar nuestra confianza en Dios quien nos lleva de victoria en victoria. La clave es justamente esa: depositar en Él nuestra confianza.

Probablemente en su vida no ha hecho otra cosa que cometer errores. Su vida está en crisis, su familia es un caos, ha perdido credibilidad en el trabajo y siente que el panorama luce ensombrecido. ¡No se deje vencer! Todavía hay una oportunidad para transformar el dolor que ha causado a sus seres queridos y emprender una nueva vida don ayuda de Dios. Hay esperanza en Dios para no seguir fallando.

Permítame citar al autor y conferencista, Roberto Buford: 
“El juego se gana o se pierde en el segundo tiempo, no en el primero. Es posible cometer algunos errores, o quizá muchos, en el primer tiempo y aún tener tiempo para recuperarse, pero es más difícil hacerlo en el segundo tiempo. En el segundo tiempo usted debe, a la larga, saber cómo tiene qué obrar, y ya conoce el terreno de juego, el mundo en el que vive. Ha experimentado suficientes victorias como para saber lo difícil que es el juego la mayoría de las veces, pero cuán fácil parece cuando las condiciones son óptimas. Ha experimentado suficiente dolor y desaliento como para saber que unas cuantas rondas de pérdidas no son nada divertido, que sí se pueden superar las pérdidas y que algunas veces esa adversidad saca lo mejor de usted. ”(Bob Buford. “Medio Tiempo”. Editorial Vida. EE.UU. 2005. Pg. 20)
Claro, ha cometido errores. No podemos negarlo. Pero hay una nueva oportunidad, la que Dios le ofrece para cambiar y emprender una nueva vida.

No está solo en el camino

Probablemente se encuentra en medio de una situación difícil. Enfrenta problemas con su trabajo, con la familia o donde quiera que desenvuelva. El panorama luce desalentador. Probablemente se siente luchando contra la corriente, totalmente desesperanzada, como si Dios lo deja solo; sin embargo es hora de recobrar el ánimo. Dios está a su lado.

Al referirse al socorro de Dios, el salmista escribió: “Lo verán los oprimidos, y se gozarán. Buscad a Dios, y vivirá vuestro corazón. Porque Jehová oye a los menesterosos, y no menosprecia a sus prisioneros” (Salmo 69:32, 33).

En los momentos de mayor desespero, tal vez porque perdió el empleo, porque las deudas lo agobian, porque reinan los problemas en su hogar o tal vez porque ha roto la relación con sus hijos, es probable que miremos todo ensombrecido a nuestro alrededor. Pero no es hora de rendirnos.

En la Biblia encontramos la promesa de que si buscamos al Señor, Él nos ayudará a salir del laberinto.  No permita que lo embargue la angustia. Hay salida. Está en Dios. Búsquelo. El responderá a sus oraciones.

Derribe las barreras

Una barrera que solemos levantar en el momento de dirigirnos al Señor, se fundamenta en la convicción de que aún no tenemos una buena relación con Dios. Sin embargo es posible entrar en amistad con Dios, y más que eso, permitirle que guíe nuestros pasos.

¿De qué manera? Pidiéndole que entre a nuestro corazón. Es fácil. Basta con una sencilla oración que puede hacer incluso frente a su computador, pidiéndole a Jesús que more en nuestro corazón. Puedo asegurarle que su vida será transformada.

Hay dos recomendaciones finales. La primera, que haga de la oración un hábito diario para que en un diálogo sincero con Dios, pueda crecer. Él está a su lado, lo comprende y quiere ayudarle. No olvide que usted es Su hijo, por la obra redentora de Cristo. La segunda, que lea la Biblia. En la Palabra encontrará mensajes que alentarán su vida hacia el cambio y le mostrarán cómo caminar en el sendero del Señor. ¡Adelante, su vida no será la misma!

* Fernando Alexis Jiménez es Director del Portal cristiano www.MensajerodelaPalabra.Com y, junto con su esposa Lucero, son pastores en la Misión Edificando Familias Sólidas www.FamiliasSolidas.Com

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