¿Cómo encontrar la salida del laberinto? (1)

Sólo con ayuda de Dios podemos encontrar la salida del laberinto.

“Alzaré mis ojos a los montes; ¿De dónde vendrá mi socorro?” (Salmo 121:1 | RV 60)


¿Quién no ha enfrentado una situación difícil? Todos, en mayor o menor grado. Puede ser en la vida personal, en el hogar, en el trabajo o donde quiera que nos desenvolvemos. Aun cuando no los buscamos, los problemas salen al paso. Emergen en donde menos esperamos. Como si estuvieran expectantes ante el menor descuido.
Dependiendo de la dificultad que tengamos, perdemos la paz y, en la mayoría de los casos, no podemos pensar con facilidad. Es como si, de pronto, nos encontráramos en un laberinto sin salida.
LA ENCRUCIJADA DEL DIVORCIO
Nadia vivía feliz con su esposo. Llevaban quince años de casados. Fruto de su relación, tenían dos hijos.
Por mucho tiempo sentí que mi matrimonio era perfecto. Cuando alguien refería los conflictos de su hogar, sentía que era algo muy distante de mi realidad. Al fin y al cabo, me llevaba bien con mi esposo. Era amoroso, comprensivo, y un excelente padre.”, relató.
Sin embargo, el curso de su vida dio un giro inesperado y dramático el día que descubrió varias de conversaciones de su esposo en un chat, con otra mujer.
Los términos en los que se refería a ella, eran los de un hombre enamorado. Le hacía una y mil promesas; lo que faltó fue decirle que podría bajarle la luna y las estrellas.
Nadia sintió que el mundo se hundía bajo sus pies. Su mundo se derrumbó. No sabía qué camino tomar. Contó su experiencia a dos o tres amigas e, invariablemente, sus consejos daban vueltas sobre un denominador común: la separación definitiva.
No queda otro camino–, le dijo la que consideraba más cercana–. Ya no tienes ninguna oportunidad, así es que, lo mejor, es que te vayas, rehagas la vida con tus hijos y olvides a ese hombre.
Decirlo era muy fácil, lo difícil era hacerlo y, por supuesto, sobreponerse a la realidad de que en adelante debería emprender la vida sola.
Por supuesto, era algo para lo que no estaba preparada. Cada vez que intentaba pensar en algo, volvía al mismo punto: estaba muy dolida por lo que había hecho su esposo, pero no estaba preparada para el divorcio.
EL DOLOR DE UN HIJO EN LAS DROGAS
A Lucía su hijo le pareció siempre un muchacho estudioso, comprometido con el hogar y entregado a su novia. Juicioso, como solía llamarlo. Ejemplar, como les relataba a sus amigas.
Cuando lo veía tan entregado a sus estudios, no podía menos que admirarlo. Mientras que sus amigos se mantenían bebiendo y entregados a una vida sin control, él solo tenía tiempo para hacer sus tareas, sacar buenas notas en la universidad y, los fines de semana, salir con Laura, su enamorada. Siempre decía que, al terminar la carrera, trabajaría y pensaría en casarse.”
Sin embargo, lo que pensaba que sería una actitud permanente, experimentó un viraje inesperado el día en que halló restos de marihuana y cocaína. Los dejó abandonados en un libro de química, de los grandes que parecen una enciclopedia.  
El mundo le daba vueltas. Ignoraba desde cuándo se presentaba esta situación. Probablemente desde que inició su formación profesional, tres años antes. O quizá desde la secundaria.
Sin importar el tiempo que llevara involucrado con esas sustancias, lo cierto es que el pesimismo comenzó a embargar sus pensamientos. Creía que, en adelante, el joven no tendría ninguna oportunidad. Avizoraba para él un futuro ensombrecido.
SIN EMPLEO DE LA NOCHE A LA MAÑANA
Por más de veinte años su vida transcurrió tranquila, con la sensación de placidez que produce una familia edificada bajo sólidos principios, una hija cursando la formación universitaria, y el menor, se encontraba a las puertas de concluir la secundaria.
Vivían en un barrio de clase media de la capital. Tenían casa propia y un auto, en el cual por igual se transportaban al trabajo que al lugar de estudio, y los fines de semana lo utilizaban para salir de paseo.
Mi situación cambió drásticamente el día que me notificaron sobre el despido del empleo. Pensé que el director de recursos humanos estaba equivocado. Quizá la persona a la que iban a desvincular no era a mí. Tal vez una equivocación. Cuando releí la carta, no había lugar a duda. Mil pensamientos asaltaron mi cabeza. ¿Qué sería de nosotros? ¿Cómo conseguiría empleo de nuevo, a mis casi cincuenta años de edad?
A partir de ese momento, inició la incesante búsqueda de trabajo. Por mucho tiempo, no lo obtuvo.
HAY QUE ENCONTRAR UNA SALIDA AL LABERINTO
La desesperación que nos asalta con frecuencia, en medio de la situación difícil por la que atravesamos, nos impide pensar con claridad.
La mayoría de las veces, inmersos en esta situación de desesperanza, tomamos decisiones erradas que profundizan más el valle de dolor y desolación por el que atravesamos.
En el Salmo 121 encontramos una serie de pasos que nos llevaran a encontrar una salida a la encrucijada. Ese es el propósito que nos anima con este libro de que podrá disfrutar paso a paso.
Cuando experimente una situación difícil, un primer texto que le invitamos a traer a la memoria es el siguiente:
Los que miraron a él fueron alumbrados, y sus rostros no fueron avergonzados. Este pobre clamó, y le oyó Jehová, y los libró de todas sus angustias. El ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen, y los defiende.”(Salmos 34:5-7 | RV 60) 
No permita que los problemas empañen su visión. Todavía hay esperanza. Dios está en control.
© Fernando Alexis Jiménez – Libro “Una salida del laberinto”
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