2019

Con ayuda de Dios encontramos la salida a los momentos de crisis en los que queremos renunciar a la vida cristiana. 

El apóstol Pablo reconocía su debilidad, y dice, sólo así se le podía dar la gloria a Dios. Sobre esa base, ningún problema lo detenía. Su actitud marcaba la diferencia.


¿Cuántas veces ha sentido que está a punto de desfallecer? Posiblemente muchas. Quiso renunciar a su vida cristiana, al compromiso de moverse alrededor de principios y valores, a la necesidad de enseñar a partir del ejemplo más que por las palabras. Esos días las hemos vivido todos. Crisis que han tocado a nuestra puerta.
Debemos estar preparados porque situaciones complejas, que amenazan nuestro caminar como creyentes, es probable que se presenten pronto o, tal vez, usted las está viviendo hoy. Es en ese momento cuando debemos saber qué hacer.
MITOS QUE DEBEN CAER
A través de esos desiertos, lo primero que debemos hacer es derrumbar al menos cinco mitos que se han tejido en torno a ser cristiano:
  • Cuando nos convertimos a Cristo, nos libramos de todos los problemas. Nada nos exime de enfrentar dificultades, muchas de las cuales provienen del enemigo para ponernos tropiezos.
  • La Biblia tiene una respuesta para todos nuestras preguntas y periodos de crisis. Tampoco es acertado. Cuando en la Escritura no encontramos la respuesta exacta a nuestras inquietudes, es a la oración intensa y la dependencia de Dios en la que debemos ocupar. Confiar en su guianza.
  • Si alguien tiene problemas, no es un buen cristiano. Erróneo. Todos los creyentes en el Señor Jesús hemos y quizá, aún hoy, enfrentado situaciones difíciles.
  • Siempre sabremos la meta a la que debemos llegar. No es así. Como el pueblo de Israel cuando Dios lo sacó de Egipto, Él nos va mostrando cada jornada un día a la vez.
Las ideas equivocadas deben caer porque, de lo contrario, van a llevarnos a la frustración porque nos venden una idea tergiversada y casi que exigen el que seamos perfectos.
FORTALEZA PARA AVANZAR
Cuando pensamos en las crisis y cómo sobreponernos a ellas, lo más apropiado es ir a la Palabra. Y, particularmente, el apóstol Pablo  nos ofrece una respuesta que debemos considerar:
“Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros, que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos; llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos. Porque nosotros que vivimos, siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal.”(2 Corintios 4:7-11 | RV 60)
Este pasaje es poderoso. Nos muestra una ruta que podemos definir de manera sencilla.
Comienza con la fortaleza que viene de Dios cuando nos acogemos a Él. De la mano con esa fortaleza, se encuentra nuestra actitud, que no debe ser derrotista sino de fe, confiando siempre en Aquél que nos creó y nos asegura la victoria, cualquiera sea la circunstancia. Y, en tercer lugar, la certeza de que Él nos ayuda a avanzar para encontrar la salida al laberinto. No hay problema, por grande que parezca, que no podamos superar.
Observe cuidadosamente que el apóstol Pablo no se creía superior ni con la capacidad de sobreponerse a los tropiezos. No. Él reconocía sus limitaciones y sólo así, escribe, se le podía dar la gloria a Dios. Sobre esa base, ningún problema lo detenía. Su actitud marcaba la diferencia. Sabía que, en cualquier momento, los obstáculos podían salir al paso y había que enfrentarlos.

Cuando dependemos de Dios, encontramos fortaleza para avanzar en medio de las circunstancias adversas.


CAMINANDO HACIA LA MADUREZ
Cuando hay tropiezos, muchos se dan por vencidos fácilmente. Sencillamente, renuncian o vuelven atrás.
Contrario a lo que puede ser nuestra primera inclinación frente a las adversidades, Dios espera que maduremos, que experimentemos un proceso de cambio y crecimiento continuos.
En su carta a los Hebreos, el autor lo deja escrito así:
“Acerca de esto tenemos mucho que decir, y difícil de explicar, por cuanto os habéis hecho tardos para oír. Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido.  Y todo aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es niño; pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal.”(Hebreos 5:11-14| RV 60)
Muchos cristianos se encuentran en esa situación. Van a la iglesia, aportan para la obra, memorizan versículos bíblicos e, incluso, extensos pasajes y escuchan coros, pero siguen igual. Viven bajo el viejo hombre.
Evidencias de madurez cristiana
Quizá se pregunte: ¿Cómo puedo yo comprobar que estoy experimentando madurez en mi vida cristiana? La respuesta puede ser muy extensa, pero permítanos citar algunas características:
  • Renunciar al pecado.
  • Renunciar a vivir atados al pasado.
  • Llevar a la práctica lo que aprendemos en la Palabra de Dios.
  • Asumir nuevos principios y valores tomados de la Palabra.
  • Amar y perdonar, como principios rectores de nuestro comportamiento cotidiano.
  • Depender de Dios en todas las circunstancias, incluyendo los períodos de tentación.
En Dios encontramos la guía y la fortaleza para enfrentar todas las situaciones adversas que nos acosan, pero, además, damos pasos firmes para cambiar y crecer cada día. Madurez. Aquello que Él anhela para que asumamos la tarea de formar a otros.
Todos los problemas tienen solución en nuestro amado Padre y Creador. La decisión de caminar tomados de Su mano, es solo suya.
Si aún no ha recibido a Jesucristo como su único y suficiente Salvador, es hora de que lo haga. Ábrale las puertas de su corazón y experimente cambios a nivel personal, espiritual y familiar.
Mensaje tomado del portal www.selecciondeestudiosbiblicos.org

Compartimos con ustedes valiosos principios que le ayudarán en el proceso de edificar una familia sólida.
Mantener la unidad la unidad de la familia no es opcional sino un imperativo. Y ni usted ni yo podemos desestimar la enorme responsabilidad que nos asiste, si queremos movernos en la voluntad de Dios en lo que respecta a nuestros deberes en lo personal, familiar y eclesial.
Cuando vamos a la Biblia, encontramos la siguiente recomendación del apóstol Pablo:
“Les suplico, hermanos, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que todos vivan en armonía y que no haya divisiones entre ustedes, sino que se mantengan unidos en un mismo pensar y en un mismo propósito.” (1 Corintios 1:10 | NVI)
Porque el distintivo de un cristiano comprometido es procurar que ese clima de armonía y entendimiento prevalezca, compartimos con usted los siguientes consejos:
1.- Procure compartir los alimentos en familia.
2.- Interésese por “cómo le fue en el día a su cónyuge e hijos“.
3.- Haga un esfuerzo y revise los deberes escolares de sus hijos y, si algo no anda bien, ayúdeles.
4.- Saque tiempo para compartir esparcimiento y juego con sus hijos. Los cónyuges deberían involucrarse. Es lo más recomendable.
5.- Elimine la televisión cuando estén hablando, a menos que hayan optado por verse una película juntos.
6.- Salir de compras con los hijos o ir a comer un helado, rinde muy buenos resultados.
7.- Haga de la oración por su familia, un hábito. El más importante, por cierto.
Dios es quien nos asegura la unidad familiar.
Dios es quien nos asegura la unidad familiar.
Piense que su familia es muy importante. Hay que desarrollar, hacia cada uno de sus componentes, amor, pero también dos ingredientes más: comprensión y tolerancia.
Jesucristo debe gobernar y ocupar el primer lugar en nuestra vida familiar. Nos asegura unidad y permanencia. Ábrale las puertas de su vida personal y familiar a Jesús el Señor.
© Fernando Alexis Jiménez – Misión Edificando Familias Sólidas (Colombia)

Cuando Ana María Muñoz fue mordida por el escualo, pensó en Dios. Le pidió ayuda. Y Él la salvó.

En medio del peligro que atravesaba, Ana María Muñoz solo pudo hacer una cosa: pensar en Dios. Él fue su ayudador.


Ana María Muñoz es una mujer joven cuya inclinación deportiva era el buceo. Lo practicó por años. Y dada su afición, creyó que, en Providencia, una isla del norte de Colombia, podría tener una buena experiencia apreciando a hermosura del fondo coralino.
El día de su práctica, descendió acompañada por un instructor. Todo marchó bien hasta que fue atacada por un tiburón. El escualo la mordió. Produjo fracturas y desgarre en una de sus manos. Por instante, pensó que moriría. El dolor era muy intenso.
Relata que en lo único en que pudo pensar, fue en Dios. Y aun cuando las circunstancias parecían adversas, Él salvó su vida. Y su mano, también.   
Nuestra actitud frente a las crisis es determinante. Nos lleva a caer en una espiral sin fondo plagada de desesperanza, viendo como el panorama pasa de sombrío a gris y luego a oscuro total o, por el contrario, afianzarnos en la fe y encontrar la salida al laberinto.
El rey David, inmerso en una situación complicada, escribió:
“Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, y se traspasen los montes al corazón del mar; aunque bramen y se turben sus aguas, y tiemblen los montes a causa de su braveza.” (Salmo 46:1-3 | RV 60)
Observe que en el pasaje hay una línea que prevalece: No temer. La razón es sencilla, el temor levanta una enorme barrera para encontrar el camino apropiado, con ayuda de Dios.
En esa dirección, la Palabra también nos alienta cuando el autor sagrado escribe:
“He aquí, Dios es el que me ayuda; el Señor está con los que sostienen mi vida. Porque él me ha librado de toda angustia…” (Salmo 54: 4, 7 a; Cf. Salmo 118: 5, 6 | RV 60)
No podemos cegarnos por las condiciones que estemos atravesando. Jamás olvidemos que nuestra actitud debe ser de fe.
Tampoco podemos olvidar que esa fe se transfiere. Si nos desesperamos, las personas alrededor caerán sumidas en el mismo sentimiento; si, por el contrario, la fe gobierna nuestro ser, la fe traerá paz también a los corazones de quienes se encuentran cerca.
Nuestra confianza en Dios debe ser la que impacte a quienes nos rodean.  

La joven deportista, Ana María Muñoz, entendió que solamente en Dios encontraría la salida a su crisis.
La joven deportista, Ana María Muñoz, entendió que solamente en Dios encontraría la salida a su crisis. (Foto tomada del diario El País, de Cali)

CONFIAR ES MÁS QUE DECIRLO CON PALABRAS
La confianza se expresa con actitud más que con palabras. Decir que confiamos, pero mantenernos bajo el asedio de la desesperación, es lo más común que podemos apreciar entre quienes se enfrentan a períodos de dificultad.
Cuando confiamos, esperamos que el Señor nos guíe sobre lo que debemos hacer. Sobre este asunto, el salmista escribe:
“Guárdame, oh Dios, porque en ti he confiado. Oh alma mía, dijiste a Jehová: Tú eres mi Señor; no hay para mí bien fuera de ti. Para los santos que están en la tierra, y para los íntegros, es toda mi complacencia. Bendeciré a Jehová que me aconseja; aun en las noches me enseña mi conciencia.  A Jehová he puesto siempre delante de mí; porque está a mi diestra, no seré conmovido.” (Salmo 16:1-3, 7, 8)
Bien enseñan las Escrituras que mejor es confiar en Dios que en el hombre (Salmo 118:8)
¿QUÉ ESPERAR DE DIOS?
Si en medio de las crisis depositamos toda nuestra fe y confianza en Dios, podemos esperar al menos cuatro cosas:
1.- No nos dejará ni desamparará.
“Esforzaos y cobrad ánimo; no temáis, ni tengáis miedo de ellos, porque Jehová tu Dios es el que va contigo; no te dejará, ni te desamparará.” (Deuteronomio 31:6 | RV 60)
2.- Ninguna circunstancia nos derrotará.
“Ninguna arma forjada contra ti prosperará, y condenarás toda lengua que se levante contra ti en juicio. Esta es la herencia de los siervos de Jehová, y su salvación de mí vendrá, dijo Jehová.”(Isaías 54:17| RV 60)
3.- Encontraremos fortaleza en Dios.
“Me diste asimismo el escudo de tu salvación; tu diestra me sustentó, y tu benignidad me ha engrandecido. Ensanchaste mis pasos debajo de mí, y mis pies no han resbalado.”(Salmo 18: 35, 36 | RV 60)
4.- Dios escuchará nuestras oraciones.
“Mas tú, Jehová, eres escudo alrededor de mí; mi gloria, y el que levanta mi cabeza. Con mi voz clamé a Jehová, y él me respondió desde su monte santo. Yo me acosté y dormí, y desperté, porque Jehová me sustentaba.”(Salmo 3:1-3| RV 60)
La oración es fundamental cuando atravesamos crisis. No podemos dejar de hacerlo. Es necesario persistir en el clamor. Dios responderá con poder en respuesta a nuestras peticiones. Cambiará el curso de la historia. Transformará las condiciones que enfrentemos, por difíciles que parezcan.
© Fernando Alexis Jiménez – Libro “Una salida del laberinto”

Sólo con ayuda de Dios podemos encontrar la salida del laberinto.

“Alzaré mis ojos a los montes; ¿De dónde vendrá mi socorro?” (Salmo 121:1 | RV 60)


¿Quién no ha enfrentado una situación difícil? Todos, en mayor o menor grado. Puede ser en la vida personal, en el hogar, en el trabajo o donde quiera que nos desenvolvemos. Aun cuando no los buscamos, los problemas salen al paso. Emergen en donde menos esperamos. Como si estuvieran expectantes ante el menor descuido.
Dependiendo de la dificultad que tengamos, perdemos la paz y, en la mayoría de los casos, no podemos pensar con facilidad. Es como si, de pronto, nos encontráramos en un laberinto sin salida.
LA ENCRUCIJADA DEL DIVORCIO
Nadia vivía feliz con su esposo. Llevaban quince años de casados. Fruto de su relación, tenían dos hijos.
Por mucho tiempo sentí que mi matrimonio era perfecto. Cuando alguien refería los conflictos de su hogar, sentía que era algo muy distante de mi realidad. Al fin y al cabo, me llevaba bien con mi esposo. Era amoroso, comprensivo, y un excelente padre.”, relató.
Sin embargo, el curso de su vida dio un giro inesperado y dramático el día que descubrió varias de conversaciones de su esposo en un chat, con otra mujer.
Los términos en los que se refería a ella, eran los de un hombre enamorado. Le hacía una y mil promesas; lo que faltó fue decirle que podría bajarle la luna y las estrellas.
Nadia sintió que el mundo se hundía bajo sus pies. Su mundo se derrumbó. No sabía qué camino tomar. Contó su experiencia a dos o tres amigas e, invariablemente, sus consejos daban vueltas sobre un denominador común: la separación definitiva.
No queda otro camino–, le dijo la que consideraba más cercana–. Ya no tienes ninguna oportunidad, así es que, lo mejor, es que te vayas, rehagas la vida con tus hijos y olvides a ese hombre.
Decirlo era muy fácil, lo difícil era hacerlo y, por supuesto, sobreponerse a la realidad de que en adelante debería emprender la vida sola.
Por supuesto, era algo para lo que no estaba preparada. Cada vez que intentaba pensar en algo, volvía al mismo punto: estaba muy dolida por lo que había hecho su esposo, pero no estaba preparada para el divorcio.
EL DOLOR DE UN HIJO EN LAS DROGAS
A Lucía su hijo le pareció siempre un muchacho estudioso, comprometido con el hogar y entregado a su novia. Juicioso, como solía llamarlo. Ejemplar, como les relataba a sus amigas.
Cuando lo veía tan entregado a sus estudios, no podía menos que admirarlo. Mientras que sus amigos se mantenían bebiendo y entregados a una vida sin control, él solo tenía tiempo para hacer sus tareas, sacar buenas notas en la universidad y, los fines de semana, salir con Laura, su enamorada. Siempre decía que, al terminar la carrera, trabajaría y pensaría en casarse.”
Sin embargo, lo que pensaba que sería una actitud permanente, experimentó un viraje inesperado el día en que halló restos de marihuana y cocaína. Los dejó abandonados en un libro de química, de los grandes que parecen una enciclopedia.  
El mundo le daba vueltas. Ignoraba desde cuándo se presentaba esta situación. Probablemente desde que inició su formación profesional, tres años antes. O quizá desde la secundaria.
Sin importar el tiempo que llevara involucrado con esas sustancias, lo cierto es que el pesimismo comenzó a embargar sus pensamientos. Creía que, en adelante, el joven no tendría ninguna oportunidad. Avizoraba para él un futuro ensombrecido.
SIN EMPLEO DE LA NOCHE A LA MAÑANA
Por más de veinte años su vida transcurrió tranquila, con la sensación de placidez que produce una familia edificada bajo sólidos principios, una hija cursando la formación universitaria, y el menor, se encontraba a las puertas de concluir la secundaria.
Vivían en un barrio de clase media de la capital. Tenían casa propia y un auto, en el cual por igual se transportaban al trabajo que al lugar de estudio, y los fines de semana lo utilizaban para salir de paseo.
Mi situación cambió drásticamente el día que me notificaron sobre el despido del empleo. Pensé que el director de recursos humanos estaba equivocado. Quizá la persona a la que iban a desvincular no era a mí. Tal vez una equivocación. Cuando releí la carta, no había lugar a duda. Mil pensamientos asaltaron mi cabeza. ¿Qué sería de nosotros? ¿Cómo conseguiría empleo de nuevo, a mis casi cincuenta años de edad?
A partir de ese momento, inició la incesante búsqueda de trabajo. Por mucho tiempo, no lo obtuvo.
HAY QUE ENCONTRAR UNA SALIDA AL LABERINTO
La desesperación que nos asalta con frecuencia, en medio de la situación difícil por la que atravesamos, nos impide pensar con claridad.
La mayoría de las veces, inmersos en esta situación de desesperanza, tomamos decisiones erradas que profundizan más el valle de dolor y desolación por el que atravesamos.
En el Salmo 121 encontramos una serie de pasos que nos llevaran a encontrar una salida a la encrucijada. Ese es el propósito que nos anima con este libro de que podrá disfrutar paso a paso.
Cuando experimente una situación difícil, un primer texto que le invitamos a traer a la memoria es el siguiente:
Los que miraron a él fueron alumbrados, y sus rostros no fueron avergonzados. Este pobre clamó, y le oyó Jehová, y los libró de todas sus angustias. El ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen, y los defiende.”(Salmos 34:5-7 | RV 60) 
No permita que los problemas empañen su visión. Todavía hay esperanza. Dios está en control.
© Fernando Alexis Jiménez – Libro “Una salida del laberinto”

Una película que le llevará a reflexionar en torno a cómo anda su vida familiar. 
Por Fernando Alexis Jiménez | @Revista_mefs
Debo confesar que al comienzo me pareció una película demasiado lenta, pero el desarrollo de su argumento me apasionó. Me refiero a la película “Como flechas”. Tiene mucho que enseñar a la familia y, que los cambios a interior de la relación conyugal y con los hijos, puede darse aun cuando hayamos pasado muchos años cometiendo errores. Nunca será demasiado tarde para empezar.
¿Por qué la recomiendo? Porque me vi reflejado en cada escena. Probablemente usted también.
Por años me ocupé del ministerio pastoral en la Alianza Cristiana y Misionera, una iglesia a la que amo y por la cual guardo profundo respeto. Pero descuidé a mi esposa y mis hijos. Era pastor para muchos, pero mis calificaciones como padre y esposo eran deficientes.
Sin embargo, Dios en su infinita misericordia me permitió descubrir un día—no recuerdo cuál ni de qué mes o año—pero decidí, prendido de la mano del Señor Jesús, imprimir un cambio definitivo en las relaciones al interior del hogar. No ha sido fácil, pero estamos en la brega. Estoy avanzando en el proceso de cambio. Eso explica, por ejemplo, el por qué la denominación en la que Dios nos ha permitido ministrar, se llama “Misión Edificando Familias Sólidas”. Insisto: nunca es tarde para cambiar, y menos cuando somos guiados por Jesucristo.
“Como flechas” aborda lo que viví y que, estoy seguro, es lo mismo que están viviendo padres y madres en Latinoamérica. De hecho, con base en esa película estamos preparando un retiro familiar como los hermanos de la Iglesia Torre Fuerte, de los Hermanos Menonitas de Colombia. Sé que será una poderosa bendición para ellos, como lo ha sido para mí.
Tómese una tarde para disfrutar la película “Como flechas” con su cónyuge e hijos. Será gratificante y enriquecedor.


Bajo ninguna circunstancia podemos descuidar a nuestro cónyuge.
Si no queremos que muera el amor es fundamental revisar el trato que le damos. Expresarle rechazo y no manifestarle amor, va minando progresivamente los lazos. También lo es tener temas vedados, y no abordarlos en las conversaciones por temor a la reacción del otro.
Si bien es cierto hay tres factores que aceleran los conflictos de pareja: No tener metas comunes, el manejo del dinero y la crianza de los hijos, el desconocer y no valorar la vida emocional del cónyuge, no decirnos aquello que nos está causando molestia y evadir asuntos críticos, también contribuya a agrandar los problemas.
Buscar diálogo, comprensión y satisfacción en alguien que no es tu pareja, agrava el panorama.
Un estudio de la antropóloga Helen Fisher, autora del libro “Why We Love” (Por qué amamos), precisa que en el cuarto aniversario de bodas— 4 años— debemos prender las “señales de alarma” porque es el período en el que generalmente la relación matrimonial comienza a desdibujarse.
En criterio de la señora Fisher:
“La mayoría de parejas que se divorcian lo hacen en el cuarto año y la razón es sencilla: buena parte de las especies que se juntan para criar un retoño lo hacen por cierto tiempo hasta que la cría ya no sea vulnerable. Los seres humanos tienen rastros de ese patrón reproductivo. Además, en términos de supervivencia es mucho mejor tener hijos con más de una pareja pues una variedad genética genera mayores posibilidades de pasar sus genes a otras generaciones. Sin embargo, esto no significa que la gente esté condenada al divorcio” (Revista Semana. “Cuándo comienzan los problemas de pareja”. Edición 1708. 2012. Colombia. Pg. 53)
Usted y yo somos responsables por dejar “morir el amor”. Si en este preciso instante busca eludir el por qué, le invito a leer lo que nos enseña el apóstol Pablo:
“El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará.” (1 Corintios 13:8. RVR 1960)
El asunto es sencillo y tiene fundamento Escritural: Si nos ocupamos de alimentar la relación, crecerá y se mantendrá viva. Si la descuidamos, morirá y es importante anotar esto: Deberemos responder ante Dios si eso ocurre.
Quienes deben asumir una mayor cuota de responsabilidad son los esposos porque según los estudios, el género es la primera variable a considerar y, en ese aspecto, los hombres son más vulnerables puesto que producen altos niveles de testosterona, por lo cual tienden a ser más arriesgados y a tener más aventuras amorosas. La psicóloga clínica Susan Heitler explica:
“Mi práctica clínica sugiere que todavía hay más hombres infieles, pero la brecha de género ha disminuido con el paso de los años. Esto se debe a que la mujer ha logrado posicionarse dentro de la sociedad y ha obtenido mayores libertades que en el pasado.” (Revista Semana. “Cuál es el riesgo de ser infiel”. Edición 1709. 2012. Colombia. Pg.62)
No hay razón para descuidar la relación de pareja. Hombres y mujeres debemos mantenernos alerta. Y algo más: Pedir a Dios, quien debe ocupar el primer lugar en la relación, que nos conceda la sabiduría necesaria para alimentar el amor de manera permanente y buscar soluciones cuando consideramos que la relación está atravesando por un mal momento.
Y a propósito, ¿ya recibió a Jesús como Señor y Salvador? Hoy es el día para tomar esta decisión. ¡No se arrepentirá!
Nota tomada del Portal http://www.altar-familiar.com – Derechos Reservados.


Prepárese. Dios desea obrar milagros en su vida. Basta que tenga fe. Hoy es el día para que algo especial ocurra.

El tiempo de los milagros de Dios no ha terminado. Usted puede recibir su milagro. Basta que se disponga a creer.


Los milagros ocurren en nuestro tiempo. Aun cuando haya quienes dudan, el poder sobrenatural de Dios sigue manifestándose. De hecho, Él dijo a través del profeta Isaías: “He aquí, no se ha acortado la mano del SEÑOR para salvar; ni se ha endurecido su oído para oír.” (Isaías 59: 1 || La Biblia de Las Américas) Si no vemos más hechos portentosos, no es porque Él no quiera sino porque hemos permitido que la duda levante enormes barreras.
Probablemente usted requiera de un milagro. Se pregunta: ¿Qué debo hacer? La respuesta es sencilla: Creer. Pero si aún el interrogante sigue rondando su corazón, le proponemos una ruta sencilla que encontrará en Juan 9:27-31:
1.- PERSEVERANCIA
Generalmente pedimos y, al no ver una respuesta inmediata, nos damos por vencidos. Sin embargo, los dos invidentes que procuraban un milagro, no se dejaron intimidar por quienes querían que callaran:
“Pasando Jesús de allí, le siguieron dos ciegos, dando voces y diciendo! Ten misericordia de nosotros, Hijo de David! Y llegado a la casa, vinieron a él los ciegos” (Juan 9:27, 28 a| RV 60)
Perseverar juega un papel importante en la búsqueda de un obrar sobrenatural del Señor en nuestras vidas y en las de aquellas personas a quienes amamos.
2.- CREER POR ENCIMA DE LAS CIRCUNSTANCIAS
No podemos olvidar que las personas enfermas o, como en el caso de los invidentes tenían alguna limitación, experimentaban marginamiento por parte de la sociedad judía. Los excluían. Pese a ello, estas dos personas creyeron, aun sin ver. Las circunstancias no los doblegaron:
… y Jesús les dijo: ¿Creéis que puedo hacer esto? Ellos dijeron: Sí, Señor.”(Juan 9:28 b| RV 60)
No basta con decir: “Creo”. Es necesario que dispongamos el corazón para ver lo sobrenatural. Y lo sobrenatural se ve con ojos espirituales.

Con los labios confesamos los milagros, pero con el corazón declaramos nuestra fe.


3.- CREER EN LO IMPOSIBLE.
Aquí encontramos la clave de todo. Confesamos con los labios pero creemos con el corazón. Es tanto como si cada uno de nosotros tuviera un nivel de fe.
Observemos la continuación del pasaje Escritural:
Entonces les tocó los ojos, diciendo: Conforme a vuestra fe os sea hecho.”(Juan 9:28| RV 60)
Usted necesita un milagro. Pues bien, es hora de revisar cuál ha sido su grado de perseverancia y, aún, su nivel de fe para ver esos milagros.
Supongamos que ahora mismo el Señor Jesús hablara a su vida y le dijera: “Conforme a vuestra fe os sea hecho”. ¿Cree que su fe alcanzaría para ver ese hecho portentoso por el que ha venido clamando?
4.- PROCLAMA LOS MILAGROS DE CRISTO EN SU VIDA
No podemos olvidar jamás lo que Dios ha hecho en nuestras vidas. Debemos atesorar con gratitud ese mover sobrenatural.
Llama la atención la actitud de los dos ciegos:
Y los ojos de ellos fueron abiertos. Y Jesús les encargó rigurosamente, diciendo: Mirad que nadie lo sepa. Pero salidos ellos, divulgaron la fama de él por toda aquella tierra.”(Juan 9::30, 31 |RV 60)
Dios ama la gratitud de nuestro corazón. No podemos callar lo que hace en nuestro ser y en la vida de aquellas personas a quienes amamos. Esos testimonios pueden impactar vidas, de manera poderosa.
¡ES HORA DE SU MILAGRO!
No se desaliente. Persevere. Es hora de su milagro. Active su fe. Hechos maravillosos tendrán lugar en usted. Cruzará esa dimensión en la que quizá se ha movido hasta hoy. Comprobará que los milagros son reales. Los límites no existen para Dios.
Si aún no ha recibido a Jesús como su Señor y Salvador, es hora de que lo haga. Podemos asegurarle que su vida será transformada. Ábrale las puertas de su corazón a Jesucristo.


Los problemas se agigantan porque les damos mal manejo. Podrían resolverse fácilmente, con ayuda de Dios. Tener en cuenta los consejos de la Biblia, nos ayudará.


Por Fernando Alexis Jiménez|| @revista_mefs
¿Ha meditado en el hecho de que muchos conflictos conyugales pudieron resolverse fácilmente? Sin duda que sí. Una diferencia de opinión, a veces por trivialidades, terminó en una batalla campal.
Usted ofendió a su pareja y viceversa. Los problemas cobraron la dimensión de un gigante.
Ahora, ¿debería ser así siempre? Por supuesto que no. Debemos aprender de cada nuevo tropiezo. Las discusiones, antes que desánimo, deben llevarnos a la reflexión. ¿Dónde estuvo el error? ¿En qué fallé? ¿Qué puedo corregir?
La persona que tiene a su lado, con quien comparte la vida, no es alguien enemigo. Es una bendición para su vida. Así lo aprendemos en el Salmo 127:1-3.
Muchos aparentes tropiezos nos permiten recibir un tratamiento especial del Señor para mejorar. Al respecto el rey Salomón escribió:
“Hierro con hierro se aguza; y así el hombre aguza el rostro de su amigo”. (Proverbios 27:17)

La familia es una gran bendición. Así lo dice la Biblia y es esa, precisamente, la perspectiva que debemos tener de ella.


PASOS A SEGUIR PARA RESOLVER CONFLICTOS
Puede ser su esposo o su esposa. En medio de las dificultades, algo bueno podemos aprender.
¿Qué hacer? Lo primero, renunciar al orgullo. Pedir a Dios la humildad suficiente para buscar salidas, en el momento oportuno.
En segundo lugar, disponer el corazón para perdonar y tender lazos de diálogo y entendimiento. El apóstol Pablo lo enseñó claramente a los creyentes de Roma cuando escribió:
“Así que, sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación.” (Romanos 14:19)
Tenga presente tres elementos en torno a los conflictos conyugales:
  • No pueden evitarse. Como son inevitables, debemos confiar en el Señor Jesús en estos tiempos de crisis (Juan 16:33)
  • Tener conflictos no es tan malo. Podemos aprender y mejorar.
  • Los conflictos requieren humildad para buscar la paz.
En Su Palabra Dios nos llama a resolver los conflictos, lo que aplica con mayor énfasis en la vida familiar:
“Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres”. (Romanos 12:18)

La Palabra de Dios nos ofrece pautas prácticas para resolver los problemas familiares. Leerla y aplicarla, será muy útil en las relaciones conyugales y con los hijos.



Es importante hacer un alto en el camino y revisar en qué estamos fallando para aplicar correctivos con ayuda de Dios, en nuestra vida familiar.
Es importante hacer un alto en el camino y revisar en qué estamos fallando para aplicar correctivos con ayuda de Dios, en nuestra vida familiar.

Todos podemos experimentar cambios y aprender a manejar los conflictos conyugales y con los hijos. Tenga presente que no es en nuestras fuerzas sino con el poder de Dios. Él nos permite identificar en qué hemos fallado y nos concede la sabiduría necesaria para aplicar correctivos.
Lo que jamás debemos hacer es hacer a Dios a un lado; por el contrario, Él debe ocupar el primer lugar en nuestro hogar.
Si aún no ha recibido a Jesucristo como su Señor y Salvador, hoy es el día para que lo haga. Ábrale las puertas de su corazón. Él imprimirá una transformación en su forma de pensar y de actuar. Ábrale hoy las puertas de su corazón a Jesucristo.
© La Revista Familias Sólidas es la Publicación de difusión de la Misión Edificando Familias Sólidas (Colombia) Website www.familiassolidas.com

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