Gracias a la obra redentora del Señor Jesús somos libres de las maldiciones. Él nos hace libres. |
Fernando Alexis Jiménez
En momentos de rabia o tal vez como consecuencia de un estado de ánimo
motivado por la desilusión hacia alguien o algo en particular, es probable
proferir palabras que tienen una carga de destrucción al tiempo que abre
heridas en el corazón de las personas.
Por ese motivo resulta importante poner freno a cuanto decimos. A éste
aspecto se refiere el autor sagrado cuando escribió: “En la lengua
hay poder de vida y muerte; quienes la aman comerán de su fruto.”(Proverbios
18:21, Nueva Versión Internacional)
Ahora, ¿qué carga encierran las maldiciones? Le invito para que
consideremos este concepto desde los idiomas originales de la Biblia, el hebreo
y el griego:
Si buscamos una aproximación a la forma como se vierte Maldecir del
hebreo al español, debemos remitirnos al verbo qalal,
que es un vocablo muy amplio y literalmente se refiere a alguien o algo a lo
que se considera “Insignificante, disminuido, sin valor”. Aparece
en 82 ocasiones en el Antiguo Testamento. Con frecuencia se asocia el
término a “tratar sin respeto”, que es el concepto que hallamos en Éxodo
21:17: “Igualmente el que maldijere (trate sin respeto) a su padre o
a su madre, morirá.”
Observe que la lapidación o muerte bajo
apedreamiento, era el castigo a quien profiriera palabras hirientes,
desobligantes y de condenación hacia sus progenitores.
¿Por qué revestía trascendencia el maldecir? Porque generalmente era una
acción de la que se valían los paganos, intentando un poder especial para
deshacerse de sus enemigos, como cuando Balac procuró a Balaam (Cf. Número
22:6)
Cuando nos vamos al Nuevo Testamento, las connotaciones constituyen un
abanico mucho más amplio. ¿La razón? Hay seis verbos, cuatro nombres y dos
adjetivos. En cada caso hay una acepción particular respecto a lo que significa
maldecir.
Por ejemplo, en el griego maldecir atanathematizok denota
pronunciar mal contra alguien (Cf. Mateo 26:74) Muy cercano al significado del
griego kataraomai que encierra orar en contra de
alguien o algo, buscando que reciba el mal (Cf. Mateo 25:41; Marcos 11:21;
Lucas 6:28; Romanos 12:14 y Santiago 3:9)
Ahora, si nos vamos a los nombres, hallamos una acepción relacionada
con “Pronunciar algo con mal propósito contra alguien o algo”, en
el vocablo griego katara. Y, finalmente, como adjetivo,
hallamos que el más específico es el término epikataratos que
se vierte específicamente al español como maldito. Un ejemplo lo hallamos en
Juan 7:49 y Gálatas 3:10, 13.
Por donde quiera que se le mire, cuando maldecimos a alguien, estamos
siendo ofensivos no solo contra una persona sino contra Dios mismo, al tiempo
que no podemos desconocer que una palabra de maldición busca el mal contra
alguien o algo. No es un asunto intrascendente, sino por el contrario, grave.
Recuerde que la Biblia enseña: “Así la maldición nunca vendrá sin
causa.” (Proverbios 26.2)
Cuando decimos algo, sobre el convencimiento de que nuestras palabras
edifican o destruyen, es necesario tomar conciencia del mal que podemos causar.
Odio hacia los padres y maldiciones
Una noticia que sorprendió a Santiago de Cali ocurrió en el famoso
Distrito de Aguablanca. Un sector de gente dinámica y trabajadora...
Embargado por la ira, un joven produjo la muerte a su padre. Un hecho
doloroso. En medio de juramentos y maldiciones en contra de la víctima, el
hombre fue conducido a la delegación policial. Días después confesó a las
autoridades que obró motivado por el resentimiento que lo dominaba desde la
infancia. “Mi padre me daba mal trato”, relató.
¿Qué dice la Biblia en cuanto a las maldiciones y más: cuando esas
palabras se pronuncian contra los progenitores? El rey Salomón enseñó: “Al
que maldiga a su padre y a su madre, su lámpara se le apagará en la más densa
oscuridad.”(Proverbios 20:20, Nueva Versión Internacional)
Proferir maldiciones contra nuestros padres, se revierte en maldiciones
para nuestra vida, como lo enseña la Palabra de Dios; pero adicionalmente,
maldecir a las demás personas es un instrumento que aprovechan Satanás y sus
huestes—sembrando nuestros pensamientos de maldad, si se lo permitimos—para
causar daño a las personas. No podemos convertirnos en instrumentos de mal.
Nuestros labios deben expresar bendición, no maldición.
Respecto a los mayores, en este caso los progenitores, las Escrituras
enseñan que les debemos respeto y honra: “Ponte de pie en presencia
de los mayores. Respeta a los ancianos. Teme a tu Dios. Yo soy el Señor.”(Levítico
19:32, Nueva Versión Internacional)
Es probable que recuerde haber maldecido a seres queridos, a sus padres
entre ellos. Hoy es el día para arrepentirse delante de Dios y resarcir el daño
que hicimos. Tenga en cuenta que no podemos proclamarnos cristianos, cuando
nuestros labios dicen y desean lo malo hacia los demás.
El salmista escribió al abordar la incoherencia de adorar a Dios pero
maldecir a los demás: “Solamente consultan para arrojarle de su
grandeza. Aman la mentira; Con su boca bendicen, pero maldicen en su
corazón.”(Salmo 62:4)
Revisemos nuestras expresiones. Tal como dice el apóstol Pablo, no
podemos abrir espacio para que nuestro Adversario el diablo se aproveche: “Si
se enojan, no pequen.» No dejen que el sol se ponga estando aún enojados, 27 ni
den cabida al diablo.”(Efesios 4:26-28, Nueva Versión Internacional)
Es
necesario mantenernos alerta, incluso con aquello que decimos en momentos
cuando estamos airados.
¿Y qué si nosotros somos el blanco de las maldiciones?
Ahora, miremos el otro lado de la moneda. Posiblemente usted no es quien
profiere maldiciones sino que quizá sus padres u otras personas le han
maldecido. ¿Qué hacer en tales casos?
Vamos de nuevo a las Escrituras y escuchemos, qué dice al respecto
nuestro amado Salvador Jesucristo: “Oísteis que fue dicho: Amarás a
tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros
enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y
orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro
Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que
hace llover sobre justos e injustos.”(Mateo 5:43-35)
La solución, como podrá apreciar, no estriba en pagar con la misma
moneda. El Señor Jesús plantea cinco aspectos que nos recomienda poner en
práctica:
1. Amar a quienes nos causan daño
2. Bendecirles, si nos están maldiciendo aquellos que no nos quieren
3. Hacerles el bien, aun cuando ellos procuren nuestro mal
4. Orar por quienes utilizan la maldición como arma para causarnos
daño
5. Mirarlos con la misma misericordia que los ve nuestro Dios y
Padre.
El bien contrarresta la fuerza del mal. Es un principio universal en el
que coinciden la mayoría de las filosofías y religiones del mundo. Los cristianos,
que no militamos en una religión sino en el camino de Salvación, nos
identificamos con esta enseñanza de nuestro Redentor.
Observe que en sus instrucciones aprendemos algo trascendental: el poder
de las maldiciones en contra nuestra pareciera que caen a tierra cuando
expresamos amor y bendición a las personas que desean nuestro mal.
¡Sorprendente! Sin embargo, Jesús vivenció lo que nos enseñó de tal
manera que en la cruz pedía perdón para aquellos que estaban inflingiéndole la
tortura de morir en esas condiciones.
El apóstol Pablo aplicó en su ministerio este principio de poder: “Nos
fatigamos trabajando con nuestras propias manos; nos maldicen, y
bendecimos; padecemos persecución, y la soportamos.”(1 Corintios 4:12)
¿Lo han tornado blanco de maldiciones? Pida por aquellas personas, antes
que reaccionar airadamente o desearles algo peor. Es una enseñanza poderosa de
nuestro Salvador, que pone freno al propósito de Satanás de causar daño a
través de maldecir.
No permita que el enemigo siga ganando terreno. En adelante, si está
bajo el influjo de la rabia, no se deje arrastrar por ese sentimiento de
conflicto interno sino, permita que Dios traiga paz a su ser.
Ahora, si maldijo a sus padres o alguien más, pídale perdón a Dios y
comience a declarar bendiciones sobre esas personas.
Es tiempo de cambio, y con el poder de Jesucristo vamos a lograrlo…
Quizá en algún momento abrió puertas al mundo de las tinieblas a través
de las maldiciones. Rompa esa atadura. Gracias a la obra del Señor Jesucristo
es posible hacerlo. Rinda hoy su vida a Jesucristo.
Le animamos a leer el Portal
cristiano www.MensajerodelaPalabra.Com
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