A partir de una historia real ocurrida en Colombia, podemos aprender la gravedad de entregar nuestras bendiciones a satanás. |
Las bendiciones debemos atesorarlas. Valorarlas. Cuando no lo hacemos, las consecuencias son desastrosas. Satanás toma ventaja y nos lleva en una espiral sin fondo, hasta llevarnos al borde del abismo."
Por Fernando
Alexis Jiménez
| Editor de EBR
Colombia está metida en problemas diplomáticos
con España por cuenta de un enorme tesoro. La historia es sencilla. En 1890 un
grupo de excavadores halló 122 piezas de oro elaboradas por la cultura
precolombina Quimbaya. Las encontraron en el municipio de Finlandia, en el
centro del país.
Pues bien, el presidente de entonces, Carlos
Holguín Mallarino, en lugar de conservar aquél tesoro, lo entregó al Rey de
España, en 1892. Lo hizo en gratitud porque el monarca lo había apoyado con
tropas en un diferendo fronterizo con Venezuela.
La Corte Constitucional de Colombia se pronunció
hace pocos días ordenando que se emprendan las acciones legales por parte de la
Cancillería, para recuperar esas piezas de oro de incalculable valor.
Por supuesto, el asunto es difícil. El entonces
presidente Holguín entregó algo valioso. No lo valoró en su momento
Igual nos ocurre hoy cuando cedemos a las
tentaciones de satanás. La rendimos las
bendiciones de Dios a cambio de nada.
El Señor Jesús lo advirtió de la siguiente
manera:
“No desperdicies lo que es santo en gente que no es santa. ¡No arrojes tus perlas a los cerdos! Pisotearán las perlas y luego se darán vuelta y te atacarán.”(Mateo 7: 6. NTV)
Las bendiciones que Dios nos dio, y aún aquellas
que están preparadas para nosotros, son muchas como para irlas a entregar en
manos del enemigo.
Valoremos
las bendiciones
Dios nos ama. Somos Su pueblo escogido. El
apóstol Pablo escribe:
“Alabado sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, pues en Cristo nos ha bendecido en los cielos con toda clase de bendiciones espirituales.”(Efesios 1:3. Versión Dios habla hoy)
Las bendiciones debemos atesorarlas. Valorarlas.
Cuando no lo hacemos, las consecuencias son desastrosas. Satanás toma ventaja y
nos lleva en una espiral sin fondo, hasta llevarnos al borde del abismo.
Un ejemplo claro, lo hallamos en un relato del
Génesis que involucra a Jacob y Esaú:
“Los muchachos fueron creciendo, y Esaú se convirtió en un hábil cazador. Él era un hombre de campo, pero Jacob tenía un temperamento tranquilo y prefería quedarse en casa. Isaac amaba a Esaú porque le gustaba comer los animales que cazaba, pero Rebeca amaba a Jacob. Cierto día, mientras Jacob preparaba un guiso, Esaú regresó del desierto, agotado y hambriento. Esaú le dijo a Jacob: —¡Me muero de hambre! ¡Dame un poco de ese guiso rojo! (Así es como Esaú obtuvo su otro nombre, Edom, que significa «rojo»). —Muy bien —respondió Jacob—, pero dame a cambio tus derechos del hijo mayor. —Mira, ¡me estoy muriendo de hambre! —dijo Esaú—. ¿De qué me sirven ahora los derechos del hijo mayor? Pero Jacob dijo: —Primero tienes que jurar que los derechos del hijo mayor me pertenecen a mí. Así que Esaú hizo un juramento, mediante el cual vendía todos sus derechos del hijo mayor a su hermano Jacob. Entonces Jacob le dio a Esaú guiso de lentejas y algo de pan. Esaú comió, y luego se levantó y se fue. Así mostró desprecio por sus derechos del hijo mayor.”(Génesis 25:27-34. NTV)
El argumento es sencillo. Esaú era el
primogénito, tenía por naturaleza todos los privilegios y como tal, tenía
derecho a la doble porción y de la herencia de su padre.
El
camino a rendir nuestras bendiciones a satanás
Cuando leemos el texto con detenimiento,
encontramos aspectos sobre los que debemos reflexionar:
ü
Al
igual que Jacob, satanás se aprovecha de nuestras debilidades para sacar
ventaja (v. 31)
ü
Esaú
se dejó llevar por las circunstancias “estaba
cansado y tenía hambre”.
ü
Esaú
no midió el alcance de sus decisiones equivocadas (v. 32)
ü
Esaú
se preocupó más por satisfacer los deseos de la carne.
ü
Esaú
menospreció la bendición de ser el primogénito.
Aun cuando Dios brinda especial importancia a la
primogenitura (Éxodo 13:2; Deuteronomio 21:17; Levítico 3:13, 8:17)
Le animo a revisar su situación porque, sin
duda, es posible que no esté valorando apropiadamente las bendiciones que el
Señor les ha dado.
Si no ha recibido a Jesucristo como su Señor y
Salvador, hoy es el día para que lo haga. Ábrale las puertas de su corazón. Él
transformará su vida personal, espiritual y familiar.
©
Fernando Alexis Jiménez es Director del Portal cristiano www.MensajerodelaPalabra.Com y
junto con su esposa Lucero, son pastores en la #MisiónEdificandoFamiliasSólidas
en Cali (www.FamiliasSolidas.Com)
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