Amar no es depender. Es un principio de vida conyugal que debemos tener en cuenta. Si enfrentamos esa situación, debemos resolverla cuanto antes con ayuda de Dios. |
¿Cuándo comprobamos que estamos dependiendo de alguien? En primer lugar, cuando sin él o ella, hablando de nuestro cónyuge, no somos felices. Sentimos que los días se tornan grises."
Por Fernando
Alexis Jiménez (*)
¿Se ha preguntado si ama a su
cónyuge o, sencillamente, depende de él o de ella? Es una pregunta que reviste
importancia. No la tome a la ligera. Haga un espacio en su cotidianidad y
evalúese con detenimiento.
La dependencia podría ser comparada con la adicción a una relación, que por supuesto, resulta algo nociva para nuestro ser.
Antes de abordar el asunto, le
invito a considerar un texto que forma parte de la primera carta que escribió el
apóstol Pablo a los creyentes de Corinto, atinente al amor:
“Y
ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de
ellos es el amor.”(1 Corintios 13:13)
El amor reviste una
significación especial, en nuestra vida pero también en nuestra relación de
pareja y con los hijos. De ahí que, cuando dependemos de alguien o la relación
con esa persona llega a convertirse en algo fundamental y no podemos vivir sin
él o ella, estamos llegando a un punto de desequilibrio.
Señales inequívocas
¿Cuándo comprobamos que
estamos dependiendo de alguien? En primer lugar, cuando sin él o ella, hablando
de nuestro cónyuge, no somos felices. Sentimos que los días se tornan grises. Y
si hay un conflicto, por supuesto, consideramos que el mundo se derrumba bajo
nuestros pies.
Otras señales inequívocas son:
Ø Sentirnos
abandonados si nuestra pareja se marcha bajo enojo.
Ø Soportar
los malos tratos porque no queremos perderle.
Ø Depender
de él o ella para todo cuanto hacemos.
Ø Esforzarnos
por complacerle en todo, aún a costa de nuestra propia infelicidad.
Ø No
piensan en sí mismos.
Ø Experimentan
baja autoestima.
Ø Si
reciben críticas de su pareja, sienten que el mundo se les vino encima.
Estos aspectos vale la pena
considerarlos porque si en uno o varios puntos coincidimos, sin duda, estamos
bajo una dependencia emocional y afectiva que resulta dañina.
Sugerencias para resolver el problema
En primer lugar, reconozca que
usted está enfrentando un problema. Y
decimos problema porque a menos que haya una intervención, no se resolverá.
Desde la sicología hay muchas
formas de atender el asunto, pero para nosotros como cristianos, el mejor
camino es pedirle a Dios en oración que ministre nuestra vida con sanidad
interior. Cuando Él toma cartas en el asunto, el problema verdaderamente se
resuelve.
Nuestras sugerencias,
entonces, se orientan en la siguiente dirección:
1. Dependa de Dios para resolver
el problema que enfrenta.
2. Reconozca que el problema de
la dependencia no se resuelve de la noche a la mañana, es un proceso.
3. Piense en sus propias
necesidades primero, para que avance en la superación de la dependencia
emocional.
4. Pídale a Dios que le ayude a
retomar la identidad dañada, recobrando su autoestima.
5. Aprenda a dimensionar el amor
que usted da, bajo qué condiciones, así como el amor que recibe a cambio.
En todo este proceso es fundamental
que Dios intervenga. Sin Él, se nos dificultará dar pasos sólidos. Recuerde,
amar debe estar en consonancia con ser amado. Es un equilibrio que sólo nuestro
amado Señor nos ayuda a alcanzar.
A propósito, si no ha recibido
a Jesucristo, le invitamos a que tome esa decisión hoy. Es la mejor que jamás
podrá tomar, porque prendidos de Su mano poderosa, vivimos la maravillosa
experiencia de crecer en las dimensiones personal, espiritual y familiar.
* Fernando Alexis Jiménez es
pastor de la Misión Edificando Familias Sólidas www.FamiliasSolidas.Com
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