Nuestra vida experimenta liberación y sanidad interior cuando le permitimos a Dios obrar con poder. |
Por Fernando
Alexis Jiménez *
El Dios en el que hemos creído, no es un dios cualquiera,
de los que muchos adoran en pequeños
altares con velas y luces. No. Es un Dios de poder que manifestó su ilimitada
capacidad de obrar, en la vida de Su Hijo Jesús.
Las Escrituras enseñan que tras cruzar el lago de
Genersaret junto con sus discípulos y después de apaciguar una tormenta que
amenazaba volcar la barca, llegó a la ciudad.
“Después de
cruzar el lago, arribaron a Genesaret. Llevaron la barca hasta la orilla y
bajaron. Los habitantes reconocieron a Jesús enseguida y corrieron por toda la
región llevando a los enfermos en camillas hasta donde oían que él
estaba.”(Marcos 6:53-55. Nueva Traducción Viviente)
El nuestro es un Dios de poder. No hay nada imposible para
Él. Justo cuando estaba escribiendo este artículo, recibí una llamada
telefónica del exterior.
Una atribulada mujer me pedía orientación sobre su hijo.
Era atormentado por demonios. Los médicos decían que era esquizofrenia y
recomendaban internarlo en un hospital mental.
Tras evaluar la situación, comprobamos que el muchacho
había estado inmerso en música de rock con mensajes subliminales. Por espacio
de dos años oía temas que ni siquiera entendía, pero que eran violentos.
¡Satanás estableció una fortaleza mental en el adolescente! Sin embargo, el
poder liberador de Jesucristo rompió las cadenas.
No importó la distancia a la que nos encontrábamos del
jovencito. Cuando oramos y creemos, no hay limitantes ni geográficos ni de
tiempo. ¡El nuestro es un Dios de poder! Él sana a los enfermos del cuerpo y
del alma.
Dios sana, libera y transforma
Dios hace cosas tremendas en nuestras vidas, sin
sencillamente nos sometemos a Él. Puede transformar todo nuestro ser, pero
además, sanarnos de dolencias que la medicina considera incurables.
Si nos atrevemos a creer y rebasamos la lógica
científica, los milagros ocurrirán. El evangelista Marcos relata que: “Por donde iba —fueran aldeas, ciudades o granjas— le
llevaban enfermos a las plazas. Le suplicaban que permitiera a los enfermos
tocar al menos el fleco de su túnica, y todos los que tocaban a Jesús eran
sanados.”(Marcos 6:56. Nueva Traducción Viviente)
Muchos de los enfermos sabían que sólo tocando el manto
de Jesús, serían sanos. Fe que rompe la lógica. Fe que no se deja arrastrar por
el qué dirán. Fe que sólo se atreve a creer, aun cuando todo parezca adverso y
contrario. Fe para los milagros.
Sanidad interior
¿Y qué decir de las heridas del alma? El Señor Jesús trae
sanidad a su mundo interior. Basta que nos rindamos a Él. Se manifiesta con
poder si solo nos abandonamos en sus manos, sabiendo que Él sabe obrar como lo
necesitamos. Un Dios de poder, con la capacidad de transformar nuestra
existencia y sanarnos.
¿Está atravesando por una situación desesperada? ¿Los
médicos le desahuciaron? ¿Su matrimonio va camino al abismo?¿No sabe qué hacer
con sus hijos rebeldes?
Le tengo la respuesta y a la vez la solución: Permita que
Jesucristo tenga el control. Ríndase a Él. No siga luchando en sus propias
fuerzas. Puedo asegurarle que su vida y la de su familia, cambiará
radicalmente. Esa situación que hoy le llena de angustia y que quizá le ha
hecho pensar en el suicidio, será cosa del pasado.
¿Desea usted ser totalmente sano, tanto en lo físico como
en lo emocional? Pues el primer paso que debe dar, porque lo necesita, es
recibir a Jesucristo en su corazón como su único y suficiente Salvador. Es la
mejor decisión que jamás pueda tomar una persona. Nos permite emprender el
maravilloso y apasionante camino de crecimiento personal y espiritual. Reciba a
Cristo Jesús en su corazón. No se arrepentirá.
* Fernando Alexis Jiménez es Director del Portal
cristiano www.MensajerodelaPalabra.Com
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