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Cuando dependemos de Dios, aún en medio de las situaciones de desesperación, encontramos soluciones para nuestros problemas. Dios viene en nuestra ayuda, siempre. |
La desesperación, fruto de los problemas, busca robarnos la paz. No podemos permitirlo. Hay una salida a cualquier crisis, y está en Dios."
Por Fernando Alexis Jiménez
(*)
Si la tristeza pudiera
plasmarse en una pintura de variados colores, con degradaciones de negro a
gris, ese cuadro sobre lienzo podría verse reflejado en los ojos de Martha
Lucía. Había regado tantas veces sus mejillas con lágrimas, que su fuente de
llanto se secó y sólo podía transmitir su angustia con una mirada
desesperanzada, que se perdía en el infinito a través de la ventana de la
habitación de hospital donde se encontraba recluida.
--Mi vida ya no tiene sentido—dijo, sin evidenciar ninguna sensación
en su rostro. Impasible y llena de desasosiego.
Su brazo estaba unido a un
canal de provisión de suero. Las muñecas de sus manos vendadas. Seis horas
atrás se había cortado las venas después de una acalorada discusión con su
esposo. “Ya no le encuentro propósito a
mi existencia”, reflexionó después del incidente--. Vivir o morir da lo mismo. Al menos si muero, dejo de sufrir”.
Minutos después tomó la fatal decisión. La empleada del servicio la descubrió a
tiempo, nadando en la sangre que brotaba incontenible de su cuerpo.
Creía que sus problemas no
tenían solución. Ya no amaba a su esposo. Sus hijos no le prestaban atención ni
le obedecían cuando les llamaba la atención. Tres meses antes la despidieron de
su trabajo como auditora en una empresa constructora, y las facturas de cobro
por el vehículo que había comprado recientemente, se iban acumulando en un
escritorio. Para completar el panorama oscuro, había roto relaciones con su
madre.
--¿Qué puedo hacer?—se preguntaba mientras caminaba sin rumbo fijo por
las calles angostas e interminables de la urbanización que habitaba.
Les confieso que personalmente
no sabía cómo abordar a alguien que se considera al borde del abismo. ¿Qué
palabras podía utilizar para traerle una voz de aliento? Reconocí mi
incapacidad frente al asunto tan delicado como el de Martha Lucía. Oré a Dios y
comencé a compartir con esta joven mujer los principios que estudiaremos con
usted:
Millones en la encrucijada
El hecho de que cada día
aparezcan más consultas por estés y ansiedad, evidencian la íntima relación
entre estas manifestaciones de inestabilidad emocional con los cada vez más
creciente número de personas que no se aceptan a sí mismas. Ven todo con una
lente gris. Consideran que la vida no tiene sentido. Incluso, llegan a pensar
que el suicidio es la única salida al laberinto que enfrentan.
Presos de la angustia, la
incertidumbre y la sensación de que no le encuentran gusto a nada, hombres y
mujeres se limitan únicamente a transitar por la vida. Horas van y vienen e
importa poco si es un lunes, o un domingo radiante.
Progresivamente el cúmulo de
problemas y la pesada carga que arrastran con su existencia, lleva a decenas de
personas en todo el mundo a encerrarse en sí mismas. Entran en una gigantesca
burbuja que los margina de todo y de todos. Levantan barreras a su alrededor e
interactúan con los demás sólo en lo fundamental. “La vida no tiene sentido”,
se repiten una y otra vez, alimentando su desaliento.
Alguien te conoce
Cuando experimentamos períodos
de crisis o atravesamos un prolongado desierto signado por el desaliento,
creemos que nadie nos comprende. Estamos tan inmersos en un pequeño mundo de
desesperanza, que consideramos que nadie podría entender la angustia, dolor, expectativas
y desasosiego que nos asaltan.
¿Le ha ocurrido alguna vez?
Sin duda que sí. Todos los seres humanos hemos llegado alguna vez a pensar que
nadie podría siquiera ayudarnos a salir del callejón oscuro en el que nos
encontramos.
¡Pero se equivoca! Hay alguien
que no solo le conoce sino que además se interesa en sus problemas. Sabe qué
siente usted y desea ayudarle. Ese alguien es nuestro amado Dios y Padre. Él
sabe hasta el más mínimo detalle de usted y de mi desde antes de la creación
del universo, y estuvo atento a todo el proceso de formación desde que fuimos
concebidos en el vientre de nuestra madre.
Así lo ilustró bellamente el
rey David cuando escribió: “Señor, tú me
examinas, tú me conoces. Sabes cuándo me siento y cuándo me levanto; aun a la
distancia me lees el pensamiento. Mis trajines y descansos los conoces; todos
mis caminos te son familiares.”(Salmo 139:1-3, Nueva Versión Internacional)
Es a Dios a quien debemos y
podemos acudir cuando nos encontramos frente a situaciones difíciles. En esas
etapas de nuestra vida en las que nos abandonan aquellos que suponíamos
ingenuamente que nos iban a brindar su apoyo. Y de pronto, en un abrir y cerrar
de ojos descubrimos que todos salieron, que no escuchamos un consejo sabio o al
menos comprensivo y tolerante, y que el panorama luce cada vez más
ensombrecido.
Realmente sí somos valiosos
¿A qué se debe el que millones
de personas en todo el mundo no se valoran? Lo sabemos bien: a la baja
autoestima, que no es otra cosa que la perspectiva que cada quien tiene acerca
de su verdadero valor.
Y pienso en Roberto, que por
muchísimo tiempo fue el borracho del pueblo. Todos estaban acostumbrados a los
patéticos espectáculos que ofrecía en medio de la embriaguez. Es más, muchos
esperaban verlo aparecer por la calle principal del caserío al caer la tarde.
Llegaba invariablemente dando tumbos ante las risotadas de todos.
Pero un día alguien le habló
de su verdadero valor en Dios. No se focalizó en su adicción ni en el ridículo
que protagonizaba, sino en el valor real que le asistía como ser humano.
Cuando por fin comprendió que
él, con todos sus errores, era realmente motivo de interés para el Supremo
Hacedor, experimentó un cambio dramático. Asumió que beber no era ninguna
salida al laberinto sino por el contrario, el elemento que contribuía a restar
a su verdadero valor.
Traslade a hora este hecho a
su propia existencia. Desconozco cuáles son las fallas que haya cometido por
años. Permítame ir más allá: No importa cuántas veces haya caído, incluso en el
pecado. ¡Hoy tiene una nueva oportunidad! La misma que le ofrece Dios para
cambiar.
Recuerde siempre que además de
conocernos hasta en los más mínimos detalles, Él.—nuestro Padre celestial—nos
valora enormemente:
“Tú creaste mis entrañas; me formaste en el vientre de mi madre. ¡Te alabo porque soy una creación admirable!¡Tus obras son maravillosas, y esto lo sé muy bien! Mis huesos no te fueron desconocidos cuando en lo más recóndito era yo formado cuando en lo más profundo de la era yo entretejido. Tus ojos vieron mi cuerpo en gestación: todo estaba ya escrito en tu libro; todos mis días se estaban diseñando aunque no existía uno solo de ellos.”(Salmo 139:13-16, Nueva Versión Internacional)Dado que Dios es el primero y más grande fundamento para nuestra existencia, podemos desarrollar tres cimientos para elevar nuestra autoestima: “En Dios soy aceptado, soy importante, y soy capaz de hacerlo todo”.
Es cierto que nuestros
familiares y amigos a través de su comprensión y apoyo ejercen una poderosa
influencia en nuestro ser. Su por el contrario, sólo encontramos crítica y
rechazo, ahora sabemos que nuestro amado Dios nos comprende, escucha, ayuda,
acepta y fortalece.
En Dios podemos ser transformados
Si Dios nos conoce y examina,
hasta lo más profundo de nuestro ser, sólo él conoce áreas en las que debemos
cambiar y crecer. Con su ayuda, podemos vivir la transformación que tanto
anhelamos. Usted y yo fuimos concebidos a imagen y semejanza de Dios, por
tanto, concebidos con una naturaleza especial y enormes potencialidades para
llegar muy lejos, a límites que apenas podemos soñar. ¡Todo es posible para
Dios!
El propio rey David escribió: “Examíname, oh Dios, y sondea mi corazón;
ponme a prueba y sondea mis pensamientos. Fíjate si voy por mal camino, y
guíame por el camino eterno.”(Salmo 139:23, 24. Nueva Versión Internacional)
Cuando tomo mi teléfono
celular, aprecio la luz que ilumina mi estudio e incluso, mientras digitalizo
este material en el computador personal, pienso que todo partió de ideas de
personas inquietas que desarrollaron su inventiva y creatividad por encima de
las burlas y las críticas. Fueron, y algunos hoy día, han sido seres
excepcionales—como lo somos usted y yo—con la diferencia de que ellos sacaron a
flote sus enormes potencialidades, aquellas que tal vez tuvieron dormidas por
mucho tiempo. ¿Cómo se logra dar lo mejor de nosotros? La respuesta es
sencilla: en Dios.
Pueden separarnos del amor de Dios
¿Comete los mismos errores que
ayer? ¿Ha llegado a sentirse al borde del abismo, gobernado por el fracaso y la
impotencia frente a circunstancias que escapaban de sus manos? La lista de
factores que influyen en nuestra vida y que nos inducen a pensar que jamás
podremos cambiar o salir adelante, es interminable.
¿Acaso las circunstancias o
las personas pueden apartarnos del amor y verdadera valoración que Dios tiene
de nosotros? En absoluto. El apóstol Pablo lo explicó con claridad al escribir:
“Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.”(Romanos 8:38, 39. Nueva Versión Internacional)
A Juan Franco lo encontró
agobiado por el peso de haber caído nuevamente en el consumo de drogas.
Arrastrado por el dolor de volver atrás. Llevaba tres meses consumiendo
estupefacientes. Lo hacía después de haber logrado escapar de ese flagelo y
tras concluir favorablemente un proceso de rehabilitación. Había contraído
matrimonio con una joven bonita e inteligente, y tenía un trabajo del que
derivaba buenos ingresos. Ahora se encontraba en una encrucijada.
--No tengo solución. Soy un caso perdido--, me dijo con tono de
derrota en su voz.
--¿Has orado?--, le pregunté.
--No; creo que mi error es tan grande que Dios no escucharía mis oraciones--.
Esta muy apesadumbrado.
Hablamos un buen rato, hasta
que comprendió por la Biblia que Dios lo seguía amando y quería darle una nueva
oportunidad. ¡Debía aprovecharla para reemprender el proceso de cambio y de
crecimiento personal y espiritual!
La vida sí tiene sentido. ¿La
razón? Usted es valioso para Dios, de una manera que usted jamás llegará a
comprender en su verdadera dimensión: “En
esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él
nos amó y envió a su Hijo para que fuera ofrecido como sacrificio por el perdón
de nuestros pecados.”(1 Juan 4:10, Nueva Versión Internacional)
Lea el texto cuantas veces
considere oportuno. Asimile el hecho de que Dios lo valora y lo acepta con
debilidades y errores, y quiere ayudarle en el proceso de cambio. ¡Hoy es el
día para emprender el cambio hacia ese cambio que tanto desea! Depende de usted
y de nadie más que de usted. ¡Con ayuda del Señor Jesucristo podrá lograrlo!
A propósito ¿Ya tiene a
Jesucristo en su corazón?
Recuerde que el más grande
paso que podemos dar, es recibir a Jesucristo en el corazón como único y
suficiente Salvador. Hoy es el día para que lo reciba. Dígale en oración: “Señor Jesús, reconozco mis pecados y te
agradezco que viniste a morir en la cruz para borrar mis faltas, traerme perdón
y abrirme las puertas a una nueva vida. Te recibo en mi corazón como único y
suficiente Salvador. Haz de mi la persona que tú quieres que yo sea. Amén”
Como sin duda dio este paso,
tengo tres recomendaciones finales para usted: la primera, que aprenda
diariamente en la Biblia los principios maravillosos que le permitirán crecer
en las dimensiones personal y espiritual; la segunda, que haga de la oración un
principio de vida. Es esencial y además, valiosa para su ser. Por último,
comience a congregarse en una iglesia cristiana. ¡Su vida jamás será la misma!
* Fernando Alexis Jiménez es Director del Portal
cristiano www.MensajerodelaPalabra.Com
y, junto con su esposa Lucero, son pastores de la Misión Edificando Familias
Sólidas, en Colombia (www.FamiliasSolidas.Com)
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