El hábito de la felicidad transforma su vida


Por Fernando Alexis Jiménez
El día que le confirmaron su progresivo deterioro en el estado de salud, se visualizó atravesando un enorme puente. En toda la mitad, una frontera. Podía avanzar hacia la amargura, o dar pasos hacia atrás, hasta llegar al límite mismo de lo que había sido siempre: una persona alegre y llena de optimismo.

Juan de Dios Oliveira, de Sao Pablo, Brasil, atribuyó su curación de los estados depresivos, a dos hechos: el primero, su profunda fe en Dios y en la sanidad que trae a nuestro ser, y la segunda, cultivar hábitos de felicidad.

Los seres humanos fuimos creados para vivir plenamente, no para llenarnos de amargura.

El apóstol Pablo escribió en el primer siglo a los cristianos de Roma sobre la necesidad de no perder el gozo, por encima de cualquier circunstancia, incluso adversa: “En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor;     gozosos en la esperanza; sufridos en la tribulación; constantes en la oración;     compartiendo para las necesidades de los santos; practicando la hospitalidad. ”(Romanos 12.11-12)

Si nos asiste el convencimiento de que Dios está de nuestro lado, nos fortalece y lleva a la victoria siempre, podremos vencer, no importa qué obstáculos salgan al paso.

La alegría, que brota de lo más profundo de un corazón transformado por el Espíritu Santo, emergerá siempre: “…porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo.”(Romanos 14:17)

Permítame decirle algo: si está presa de la amargura o el desánimo, no es culpa de Dios sino de usted mismo, porque su actitud no se afinca en el Señor, sino en sus propias condiciones, que parten de una actitud sin fe, negativa.

La felicidad transforma

Uno de los hombres más gozosos de nuestro siglo, el médico Patch Adams, pasa 300 de los 365 días del año, hablando de la felicidad. Es un hábito que asumió cuando tenía 24 años. Si tomamos como fundamento que hoy tiene 65 años, tendremos como resultado que lleva más de cuarenta años practicando el principio del gozo.

Aseguran los especialistas que la salud emocional es un proceso que parte de la paz interior y se refleja en nuestro trato con los demás. Produce una actitud positiva ante la vida, eleva la autoestima, permite disfrutar la relación con los demás y en familia. Ahora: Ser feliz no depende de las circunstancias sino de cada quien, de la forma como asume las cosas. No es tanto de los amigos, o de los bienes que poseamos, el trabajo, las posesiones materiales, el cargo que ocupemos o la apariencia física. Ser feliz tiene sus cimientos en nosotros.

El apóstol Pablo instruyó a los cristianos del primer siglo: “Mirad que ninguno pague a otro mal por mal; antes seguid siempre lo bueno unos para con otros, y para con todos. Estad siempre gozosos. ”(1 Tesalonicenses 5:15, 16)

Estar gozosos no debe ser de un día, sino una disposición permanente. De ahí que hablemos de cultivar el hábito de la felicidad. Eso se logra cuando valoramos las pequeñas cosas.

No olvide que quien transforma nuestro ser es el propio Señor Jesús. Y a este mover poderoso de Dios, permítame sumar una recomendación de Patch Adams: “La felicidad es una opción que los seres humanos tomamos o rechazamos cada mañana, al abrir los ojos”.

Renuncie hoy a la infelicidad, y permítale al Supremo Hacedor que cambie su vida. Sus días serán diferentes…

Le animamos a visitar el Portal cristiano www.MensajerodelaPalabra.Com
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