Si dependemos de Dios en todo momento, podemos desarrollar una vida de santidad |
Por Fernando Alexis Jiménez
Uno de los comunes denominadores en las cartas que recibo diariamente,
gira en torno a qué hacer para experimentar una vida de santidad.
“Quiero agradar a
Dios, pero vuelvo y caigo en el pecado”, me escribió alguien desde México.
Un joven advirtió con inquietud: “Libro
una enorme batalla para dejar de mirar con deseo a las chicas en la universidad”.
Las dos personas son creyentes en Jesús pero no saben cómo superar la
situación.
Como ellos, infinidad de cristianos experimentan una lucha
interior con su inclinación a pecar. Se identifican con el apóstol Pablo cuando
escribió:
“Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está
en mí. Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo
otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me
lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros.”(Romanos 7:21-23)
Sin duda quien se considera cristiano, desearía no pecar;
sin embargo, pareciera que hay una fuerza interior que lo inclina a caer en el
mismo pecado una y otra vez. ¿Le ha ocurrido?
LO QUE DIOS ESPERA DE
NOSOTROS
Cuando vamos a las Escrituras, encontramos que Dios espera
de Su pueblo la santidad:
- · Dios espera una iglesia santa (Efesios 5:27)
- · Si desea avanzar en esa dirección, el cristiano debe liberarse de toda carga de pecado, incluyendo sus inclinaciones (Hebreos 12:1)
- · Si caemos en el pecado, debemos ser conscientes y arrepentirnos (1 Juan 1:9)
- · En nuestras fuerzas no podemos vencer la inclinación al pecado, sino con ayuda del Espíritu Santo (Romanos 8:11)
- · Para vencer una inclinación pecaminosa, debemos darle un lugar de privilegio al Espíritu Santo en nuestra vida (Romanos 8:13)
"Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que
vivamos conforme a la carne; porque si vivís conforme a la carne, moriréis; más
si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis."(Romanos
9:12, 13)
Cuando le abrimos las puertas de nuestro corazón a Jesucristo
e iniciamos una relación con Él, desearíamos no pecar; sin embargo, qué hacer
si incurrimos en la misma situación. ¿Qué hacer?
LA SANTIDAD, UN
DISTINTIVO DEL CRISTIANO
Si a la sociedad sin principios ni valores en la que nos
desenvolvemos, la caracteriza el pecado y una conciencia cauterizada que lleva
a hombres y mujeres a no sentir temor de Dios, la característica principal de
un cristiano debería ser siempre la santidad.
El apóstol Pablo escribiendo a su discípulo Timoteo, le
instruyó: “Pero el fundamento de Dios está firme, teniendo este sello: Conoce el
Señor a los que son suyos; y: Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el
nombre de Cristo. Pero en una casa grande, no solamente hay utensilios de oro y
de plata, sino también de madera y de barro; y unos son para usos honrosos, y
otros para usos viles. Así que, si alguno se limpia de estas cosas, será
instrumento para honra, santificado, útil al Señor, y dispuesto para toda buena
obra.”(2 Timoteo 2:19-21)
Si Dios desea y ama a un pueblo santo, también es cierto que
cada creyente debe tomar esa decisión: la santidad.
El Señor no nos obliga. Es un paso que debemos dar cada uno de nosotros.
La actitud es fundamental. Decidirnos por no pecar y
perseverar en ese propósito. Pero, ¿qué ocurre si incurrimos en la misma
situación?
LA RUTA PARA
MANTENERNOS EN LA SANTIDAD
Si pecamos, el paso a seguir es arrepentirnos y pedir perdón
a Dios. Si lo hacemos, el Padre nos perdonará como enseñó el apóstol Juan: “Si
confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados,
y limpiarnos de toda maldad.”(1 Juan 1:9)
El Señor no rechaza un corazón arrepentido (Salmo 51:17). Si lo hacemos, Él nos perdona.
Ahora, lo que nos permite permanecer firmes, es prendernos
de la mano de Jesucristo y caminar junto a Él siempre. Él lo dejó claro cuando
dijo: “Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí
mismo, tome su cruz cada día, y sígame.”(Lucas 9:23)
Hay otro pasaje bíblico alentador, del cual debemos asirnos
siempre para mantenernos en el camino de la santidad: "Yo soy la vid y ustedes son
las ramas. El que permanece en mí, como yo en él, dará mucho fruto; separados
de mí no pueden ustedes hacer nada. "(Juan 15:5 | NVI)
Depender de Jesucristo. Permitir que Él ocupe el primer
lugar en nuestra vida y sea el capitán. Con Él tenemos asegurada la victoria.
Le animamos a perseverar. No se rinda. Jesucristo le asegura
la victoria en todo momento. Basta que dependa de Él y permita que le guíe en
todo su caminar diario.
Si aún no ha recibido a Jesucristo como su Señor y Salvador,
hoy es el día para que le abra las puertas de su corazón. Él traerá cambios y
crecimiento en su vida personal, espiritual y familiar. Ábrale las puertas de
su corazón a Jesucristo hoy.
(C) Fernando Alexis Jiménez es pastor de la Misión Edificando Familias Sólidas www.FamiliasSolidas y Director del Portal cristiano www.MensajerodelaPalabra.Com
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