Con el poder de Dios logramos libertad de nuestras deudas |
Por Fernando Alexis Jiménez
Uno
de los principales factores de conflicto en la relación conyugal, es el manejo
inadecuado del dinero. “Despilfarras el
dinero. Olvidas que es de todos”, acusa el esposo. “¿Y tú qué me dices de dinero, en particular el que inviertes cada
semana para ir al fútbol con tus amigotes?”, replica ella.
Y, a partir de esa pequeña chispa, se enciende toda una polémica que desencadena en discusiones prolongadas y, en ocasiones, hirientes.
Muchas
personas, sin saberlo, sufren de oniomanía
que es un trastorno psicológico que implica un deseo desenfrenado por comprar
cosas sin necesitarlas. Es frecuente en estados de depresión, generan un alivio
temporal pero, pasado unas horas o días, traen como consecuencia arrepentimiento y sensación de culpa.
Sea
que en su caso se trate de un hábito o de un trastorno, es necesario
confrontarlo y resolverlo.
Siete recomendaciones para
evitar gastar en exceso.
Dios
nos concedió la posibilidad de tomar decisiones, desde las mínimas hasta las más complejas. Lo aconsejable es
consultarle cómo, cuándo y en qué invertir, y no ceder fácilmente a lo que nos
tienta el corazón.
Le
animamos a tomar nota de las siguientes sugerencias:
- Tenga en mente que cada peso cuesta, y por
tanto debemos invertirlo bien.
- En lo posible, no cargue las tarjetas de
crédito consigo.
- Antes de adquirir algo, pregúntese:
¿Realmente me será util?
- Reflexione: ¿Tengo el dinero para pagar
esto que compro hoy, así sea a crédito?
- Pida a Dios orientación sobre el paso que
debe dar. Si debe posponer la compra, hágalo.
- Si tiene conflictos emocionales, no compre
nada. Generalmente los problemas llevan a la compulsión.
- ¿Está comprando algo porque siente que así
estará a la altura de sus amigos o conocidos?
Recuerde
que el dinero no es el problema, el verdadero problema es no saber cómo
invertirlo.
Síntomas de que algo anda
mal. Una
persona que tiene dificultades con el manejo de los recursos, las cuales a su
ver se ven reflejadas en la relación familiar, evidencian síntomas inequívocos:
Comprar
y comprar cuando nos enojamos, sentimos tristeza o ansiedad; las compras nos
causan ansiedad o estrés; sentimos que no somos nadie si no invertimos, así sea
con tarjetas de crédito; sentimientos de culpa, vergüenza y confusión después
de una jornada de compras; pensar demasiado tiempo en el dinero, y finalmente,
no tener la capacidad de controlar el deseo de gastar hasta el último peso que
recibimos.
La
psicóloga, Priscila Rodríguez, de la Universidad Panamericana de Colombia, advierte:
“El deseo descontrolado de comprar sin medida se presenta más en mujeres que en hombres. Suele ir acompañada de trastornos de impulsos, ansiedad y otras conductas adictivas. Estos episodios se suceden una y otra vez aunque ya se tengan deudas sin pagar, y de hecho, se dificulte saldar lo adeudado. Quien enfrenta esta situación no es consciente de lo que está sucediendo”.
En
nuestras fuerzas difícilmente podremos vencer esta adicción que afecta la vida
conyugal y familiar en general.
Busque ayuda en Dios para
liberarse de la adicción a comprar.
Puede que piense que, merced al endeudamiento, se encuentra en una encrucijada.
Quizá considera que no hay salida al laberinto; sin embargo, se equivoca. Si
vuelve su mirada a Dios y comprende los fundamentos dinámicos del Reino de
Dios, encontrará una solución.
La
Biblia nos enseña dos principios poderosos: “De Jehová es la tierra y su
plenitud; el mundo, y los que en él habitan” (Salmo 24:1). Todo,
absolutamente todo, le pertenece a nuestro Supremo Hacedor.
También
aprendemos: “Si no, acuérdate de Jehová
tu Dios, porque él te da el poder para hacer las riquezas...” (Deuteronomio
8:18) Si necesitamos algo, Él lo provee.
Incurrir
en comprar y comprar, incluso sin tener para pagar, nos convierte en esclavos.
El
rey Salomón lo describe así: “El que toma prestado es siervo del que
presta” (Proverbios 22:7).
Reconozca
que tal vez, por gastar sin medir las consecuencias, está hoy en una atadura de
la que debe salir. Admita que en sus fuerzas no saldrá del asunto sino cuando
acudimos a una fuerza sobrenatural, la que proviene de Dios.
Dependa más de Dios y menos
de sus fuerzas. Si
Dios es nuestro proveedor y nada es difícil para Él, es a Dios a quien debemos
pedir que nos provea y desechar la idea de endeudarnos. El apóstol Pablo, quien
conocía esta verdad, recomendó a los cristianos del primer siglo que no
debieran nada a nadie, salvo el amor (Cf. Romanos 13:8)
El
problema que enfrentamos radica en querer
resolver los problemas a nuestra manera. Las deudas son retos que debemos
entregar en manos del Señor para que nos oriente qué debemos hacer. Otro
elemento de significación es que debemos desarrollar el hábito de ahorrar, y si
algo es necesario con urgencia, pedir a Dios su provisión. Él es nuestro Padre
y, no cabe duda, nos dará lo que requerimos.
Si
aún no ha recibido a Jesucristo como su Señor y Salvador, hoy es el día para
que tome esa decisión. Ábrale las puertas de su corazón. Pídale a Jesús que
entre en su corazón y haga de usted una nueva criatura. Experimentará cambios
en su vida personal, espiritual y, por supuesto, familiar.
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