¿Responde Dios a nuestras oraciones?

Podemos estar seguros: Dios responde nuestras oraciones

Fernando Alexis Jiménez
¿Responde Dios a nuestras oraciones? ¿Escucha Dios todas nuestras oraciones? Esas dos preguntas son las mismas que se formulan millares de personas en todas las naciones. Les asiste al deseo de saber si el Señor toma tiempo para escucharlas y responderlas.

La respuesta a los dos cuestionamientos es: Por supuesto que sí. Nuestro amado Padre está atento a nuestro clamor y responde. Ahora, el asunto radica en el tipo de respuesta que nos brinda. Él tiene especial cuidado de darnos aquello que realmente necesitamos y que nos conviene.

En las Escrituras encontramos un poderoso pasaje que despeja nuestras inquietudes. Hablando Dios a Su pueblo, dice:

“Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos.”(Isaías 55:8-9)

Es cierto, nuestro amado Señor Jesús nos llamó a pedir a Dios: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.”(Mate 7: 7, 8)

Si los pensamientos de Dios son más altos que los nuestros, y quiere darnos lo mejor, es evidente que Él nos escucha y responde a nuestras oraciones conforme nos conviene.

La autora cristiana, Cheri Fuller, escribe una apreciación interesante que comparto con usted:
“Algunas veces pensamos que Dios no ha respondido nuestras oraciones a menos que recibamos lo que pedimos. Pero Él responde a todas nuestras oraciones. Algunas veces con un “si”, otras con un “espera” y, otras, con un definitivo “no”. Cuando Dios responde con un “no” o responde de manera distinta a lo que esperábamos, la mayoría de nosotros nos sentimos frustrados o enojados. Sin embargo, nosotros vemos la vida desde un punto de vista limitado y finito, mientras que Él ve el principio y el fin de todas las cosas, y lo que hay en medio.”(Cheri Fuller. “Cuando las familias oran”. CLC editores. 2002. Colombia. Pg. 186)
El asunto radica en que deseamos que se cumpla nuestra voluntad y no la de Dios. Deseamos satisfacer nuestros requerimientos y no consultamos al Padre respecto de la conveniencia o no de aquello que estamos pidiendo (Salmo 37:5)

Cuando decidimos confiar en Dios y no en nuestra propia capacidad o en las peticiones egoístas de nuestro corazón, el panorama camba. Él se glorificará en nuestra vida. Y lo que nos conceda, será lo mejor.

Esa simple decisión, cambiará nuestra vida espiritual. Podremos movernos en la dimensión sobrenatural de Dios. Recuérdelo siempre: no en nuestras fuerzas ni lo que queremos, sino en la voluntad y en el poder de Dios.


A propósito, si no ha recibido a Jesucristo como su Señor y Salvador, hoy es el día para que lo haga. Él traerá transformación a su vida personal, espiritual y familiar. Ábrale las puertas de su corazón a Jesucristo hoy.
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